jueves, 30 de marzo de 2017
Estados alterados de conciencia
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lunes, 27 de marzo de 2017
Herida de humillación (III)
Esta herida comienza a manifestarse entre el primer y tercer año de edad.
Relacionada con los dos progenitores que le humillarán, aunque suele experimentarse con mayor frecuencia con la madre. Es posible que esta herida se vincule con la madre en el ámbito de la sexualidad y la propiedad, y con el padre en el aprendizaje, la escucha y el habla. En estos casos será necesario resolver la herida con ambos padres.
Aparece vinculada, sobre todo, al mundo físico y al ámbito del “tener” y el “hacer”, aunque también puede ser que se las ingenie para poder llegar a ser como los demás desearían que fuera. El hacer y el ser son las herramientas con las que cuenta para compensar la herida. Lo que haga o no haga, lo que tenga o no tenga, no aliviará su herida de humillación.
Surge en el momento en que se desarrollan las funciones del cuerpo físico, cuando el niño/la niña aprenden a comer solos, a comportarse con propiedad, a ir al baño solo, a hablar, a escuchar y comprender lo que los adultos le dicen.
Surge esta herida en el momento en que el niño/la niña siente que su padre o madre se avergüenzan de él o teme que se avergüencen cuando está sucio, mal vestido… Sin importar la situación que provoca que el niño/la niña se sienta rebajado, degradado, comparado, avergonzado en el plano físico, la herida despierta y comienza a adquirir importancia. El bebé percibe el desagrado que ha causado en sus padres y se siente humillado y avergonzado.
El ámbito de la sexualidad contribuye a que se manifieste la herida potencial de la humillación. Si el niño/la niña sorprende a uno de sus padres desnudo y siente que este se molesta e intenta ocultarse, aprenderá que uno debe avergonzarse de su cuerpo.
El niño/la niña se siente despreciado si se percibe a sí mismo demasiado controlado por uno de sus progenitores, o si cree que no tiene libertad para actuar o moverse como desea. Se sentirá humillado y avergonzado de su propia conducta. Es común escuchar a las personas que sufren esta herida describir todas las cosas prohibidas que hicieron de niños o adolescentes, como si buscaran situaciones para revivir la humillación.
La persona que sufre humillación porta y se crea la máscara de masoquista, para evitar sufrir y vivir el dolor relacionado con la humillación. El masoquismo es el comportamiento de una persona que encuentra satisfacción, e incluso placer, sufriendo. Aun cuando lo haga inconscientemente, busca el dolor y la humillación la mayor parte de las veces. Se las ingenia para hacerse daño o castigarse antes de que alguien más lo haga.
Las personas con herida de humillación son las que parecen sentirse más a menudo avergonzadas.
Como se considera a sí misma maleducada, desalmada, sucia o que vale menos que los demás, la persona con la descripción física de la máscara de masoquista desarrolla un cuerpo grueso que también le avergüenza. Es grueso por el exceso de grasa. Su cuerpo es regordete y parece tener la misma profundidad que extensión. Si sólo una parte del cuerpo es gruesa y regordeta, como los glúteos o los senos, significa que existe una herida de humillación menos importante. También es posible asociar a la máscara de masoquista las siguientes características: Cuerpo grueso, rollizo, talle corto, cuello grueso y abombado, tensión en el cuello, garganta, mandíbula y pelvis. Rostro redondo. Ojos grandes, redondos, abiertos e inocentes. El masoquista tiene mucha energía bloqueada en su cuerpo. Si llega a permitirse ser libre como lo necesita, sin vergüenza ni culpabilidad, su cuerpo adelgazará, ya que dará rienda suelta a la energía contenida. Su cuerpo se encorva y muestra que está cargando demasiado peso sobre su espalda.
Como desea mostrarse firme y no ser controlado suele cargar mucho sobre su espalda, por lo que desarrolla una espalda ancha para poder llevar más peso. El masoquista tiene facilidad para situarse en circunstancias en las que debe ocuparse de alguien más para olvidarse de sí mismo. Mientras más cargue sobre su espalda más aumentará su peso.
Entre las enfermedades que pueden manifestar: dolores de espalda y sensaciones de pesadez sobre los hombros, problemas respiratorios, trastornos en piernas y pies, varices, esguinces, fracturas, disfunciones hepáticas y de la glándula tiroides, laringitis, anginas, irritaciones de la piel, hipoglucemia, diabetes, enfermedades del corazón.
En la alimentación suele ser extremista, o come con glotonería o ingiere muchas porciones pequeñas, tiene episodios de bulimia, alimentos ricos en grasas, chocolate. El masoquista se recompensa alimentándose, la comida es su manera de gratificarse.
No hacer las cosas deprisa es también una de las características del masoquista. Le resulta difícil ir con la rapidez necesaria, ya que se avergüenza cuando no puede llegar con la misma velocidad que los demás, por ejemplo, al caminar. Debe aprender a concederse el derecho a actuar a su propio ritmo.
Hay muchas personas a las que les resulta difícil reconocer la máscara de masoquista porque son capaces de controlar su peso. Si aumentas de peso con facilidad y te ves rollizo cuando no controlas tu alimentación, es posible que tengas esta herida pero que se encuentre oculta.
El masoquista parece desear hacer todo por los demás, pero en realidad lo hace para crearse limitaciones y obligaciones. Durante el tiempo que dedica a ayudar a los otros, cree que no le harán nada vergonzoso, aun cuando la mayor parte de las veces se siente humillado porque abusan de él.
El masoquista no se percata de que al resolver todo a los demás se rebaja y humilla pues les hace sentir que no podrán hacer nada sin él. No percibe que acepta cargar con tanto porque lo hace de manera sutil, debido a que su cuerpo físico ocupa mucho espacio. Engorda en función del espacio que cree que debe ocupar en su vida. Su cuerpo está ahí para reflejar esta idea. Cuando sepa en lo más profundo que en verdad es especial e importante, no tendrá que demostrarlo más. Al reconocerse a sí mismo, su cuerpo ya no tendrá necesidad de ocupar tanto espacio.
La persona masoquista parece muy controladora. Este control está motivado principalmente por el temor a sentir vergüenza de los suyos o de sí mismo. Sea hombre o mujer es con frecuencia fusional con su madre, hace todo lo posible por no avergonzarla y considera a su madre como un enorme peso que cargar, para lo que desarrolla una espalda muy sólida.
El masoquista puede llegar al punto en el que ni siquiera reconoce sus propios deseos por no disgustar a mamá. Desea tanto agradar a su madre que no está en contacto sino con los deseos que a ella le satisfarán.
Para el masoquista es difícil expresar sus verdaderas necesidades y lo que realmente sentía desde que era pequeño, ya que no se atreve a hablar por temor a experimentar vergüenza.
Lo que sucedía en la familia no se podía hablar con extraños y se debía guardar en secreto. Secretos guardados y ocultos en el seno familiar que pueden ser origen de la presión en la garganta y de problemas en la voz.
Suele ser hipersensible, por lo que lo más mínimo le hiere y hará todo lo posible por no herir a los demás. Se siente responsable si alguien se siente desdichado. Tan activo y atento a los demás ignora sus propias necesidades.
Se crea a sí mismo un sufrimiento mayor al ignorar y desconectarse de sus necesidades, lo que contribuye a alimentar su herida de humillación y su máscara de masoquista. Hace todo lo posible por sentirse útil, es una forma de ocultar su herida y de forzarse a pensar que no sufre humillaciones.
Suele ser reconocido por su capacidad para hacer reír a los demás y reírse de sí mismo. Es muy expresivo cuando relata hechos y encuentra la forma de que parezcan graciosos. Se considera el blanco de las risas de los demás, lo cual es una manera inconsciente de humillarse y rebajarse. El temor a la vergüenza tal vez se disimule tras las palabras que lo hacen reír. La mínima crítica lo hace sentirse humillado y degradado.
Palabras como “pequeño” o diminutivos están muy presentes en su vocabulario, también “ser digno”, “merecer/no merecer” se juzga como indigno a ser amado, reconocido.
Tiende a culparse de todo y a cargar con la culpa y asumir la responsabilidad de los demás.
Otro rasgo es el de castigarse pues cree que de esa forma castiga a otro y antes de que alguien más lo haga.
El desagrado es un sentimiento común. No se gustan a sí mismos, ni les gustan a los demás, creando situaciones en las que experimentan desagrado.
El sentido del deber es muy importante para el masoquista.
Actúa como intermediario entre otras dos personas y se las ingenia para actuar como chivo expiatorio en diversas situaciones. Atrae situaciones en las que se expone a que los demás lo humillen.
La libertad es fundamental para el masoquista. Significa no tener que rendir cuentas a nadie, no ser controlado,… a la vez que siente su mayor temor por encontrarse en situaciones sin límite y no saber qué hacer.
No es lo que vivimos lo que nos hace sufrir, sino la interpretación de lo que se vivimos lo que hace que nuestra herida no sane. Esta herida es una de las más difíciles de reconocer.
Las conductas propias del masoquista son dictadas por el temor a revivir la herida de humillación.
domingo, 19 de febrero de 2017
"La felicidad viene de dentro, no la encontraremos fuera"
Entrevista al Lama Jampa Monlam, que vivió en silencio meditativo durante treinta años.
Tengo 90 años. Nací en Tíbet, en una familia de nómadas, y vivo en Katmandú (Nepal).
El propósito de los políticos es, como el de todos, ser feliz. Hay que buscar las raíces de la felicidad para cultivarla, y las del sufrimiento para abandonarlo. Hay mucho desarrollo material, pero hace falta desarrollo interno
Alegre y sabio. Su sola presencia lo pone todo en su lugar, una calma cálida se expande.
La felicidad viene de dentro, no la encontraremos fuera, dice. Para no sufrir, hay que cultivar la mente. “¿Qué más?”, te preguntas sabiendo que durante 30 años su quietud le convirtió en lugar de reposo de los pájaros. Entender el alcance de sus palabras requiere detenerse.
La invasión china le obligó a huir de Tíbet, y lo hizo con una reliquia bajo el brazo, la cabeza de un insigne lama que quería entregar al Dalái Lama, pero no pudo acceder a él y vivió un año en las calles de Dharamsala hasta que el Dalái Lama soñó que alguien tenía algo que entregarle. Desde entonces son viejos amigos. Visitó Barcelona invitado por el centro de meditación Tushita.
- Treinta años en silencio meditativo?
Dirigía un monasterio, pero decidí abandonar para hacer ese largo retiro: comencé a los 49 años y acabé a los 79.
- ¿Por qué?
Los médicos tibetanos son también astrólogos y entienden el cuerpo humano como un todo conectado con el universo. Mi médico astrólogo me dijo que mi vida terminaba a los 49 años.
- Treinta años en silencio meditativo?
Dirigía un monasterio, pero decidí abandonar para hacer ese largo retiro: comencé a los 49 años y acabé a los 79.
- ¿Por qué?
Los médicos tibetanos son también astrólogos y entienden el cuerpo humano como un todo conectado con el universo. Mi médico astrólogo me dijo que mi vida terminaba a los 49 años.
- Y usted quería vivir más...
Sí, porque no había tenido tiempo de cultivar la paz y la felicidad en mi interior.
- ¿Qué ha aprendido en esos años?
Al principio fue muy difícil porque mi mente todavía no estaba domada, pero fui apaciguándola y entendiendo poco a poco cómo actúa y por qué sufrimos.
- Pero si usted entró en un monasterio a los seis años, ya meditaba, ya comprendía...
Meditaba y practicaba para desarrollar una mente de amor y gentileza hacia los otros, pero lo hacía a base de voluntad y comprensión intelectual, pero yo no era una mente en paz.
- ¿Cuál es la diferencia?
Ahora cada célula de mi cuerpo conoce la causa de nuestro sufrimiento y he podido desarrollar esa mente de amor hacia los otros sin expectativas, sin esfuerzo ni condescendencia, sin necesidad de planteármelo. Soy simplemente feliz.
- Entiendo.
Ahora cuando la gente me habla de su sufrimiento tengo la certeza de que ese sufrimiento está en su interior, que no depende del afuera, y puedo guiarles hacia una mente clara.
- ¿Cómo se hace?
Desenmascarando los engaños mentales, esas emociones aflictivas como el orgullo, el apego, el enfado y otras mentes dañinas que son adventicias, que no forman parte intrínseca de nuestra mente y, por lo tanto, se pueden eliminar.
- ¿Por qué están tan arraigados?
Porque nos enseñan a hacer, a ser, pero no quiénes somos.
- ¿Cómo desarrollar esa mente sabia en nuestras ajetreadas vidas?
El mundo se ha hecho tan pequeño, influimos tanto los uno en los otros, que es necesario que trabajemos juntos. Científicos, psicólogos, representantes de diferentes religiones, humanistas, filósofos..., juntos debemos cambiar el enfoque de fuera a dentro por lo contrario.
- De dentro a fuera.
Exacto, porque, si no, nada tiene sentido. Nos casamos, tenemos hijos, amigos, trabajos…, y hacemos todo eso para ser felices, sin éxito.
- Ya.
...Esas cosas buenas de la vida en las que ponemos todas nuestras esperanzas están irremediablemente unidas al sufrimiento si no somos capaces de observar la propia mente e identificar las emociones dañinas. Estamos llenos de voces aflictivas (apego, enfado, orgullo, avaricia, rabia, ego, miedo… ) y creemos que esas voces somos nosotros.
- Es difícil corregir lo que no identificas.
Por eso necesitamos que la ciencia, la sociología y la religión investiguen juntas y nos ayuden a comprender. Juntos..., estemos juntos.
- Es una propuesta interesante.
De la misma manera que hacemos yoga para tener nuestro cuerpo sano, debemos practicar para tener la mente sana.
- ¿De qué manera?
Ejercicios cotidianos de escucha a uno mismo, de conexión. Eso nos lleva a una mente positiva, que es la única capaz de bondad. Comprender que el sufrimiento surge de ti mismo es algo radicalmente transformador que cambia tu mirada hacia el mundo y, por tanto, cambia el mundo. Es poderosísimo.
- ¡Ha invertido usted 30 años!
Toda la vida, porque la desconexión de uno mismo es enfermedad, es confusión, es locura.
- Está claro.
Mi gran responsabilidad es mantener mi mente pura. Así he encontrado la felicidad dentro de mí y puedo transmitir, irradiar felicidad a los otros, contagiarlos, cuando están a mi lado.
- Dicen que entró usted en el retiro con el pelo blanco y salió con el pelo negro.
Yo le cortaba el pelo a un lama anciano que vivía cerca de mi monasterio y que siempre bromeaba: “Tienes el pelo completamente blanco, je je, pareces tú más anciano que yo, algo haces mal”.
- ¿Qué hacía mal?
Me esforzaba. Comprendí que para ser feliz tenía que soltar, estaba aferrado a mi sufrimiento. La felicidad es salud. Fue así como mi pelo se volvió negro, y entonces comprendí.
- ¿Por qué decidió abandonar el retiro?
Apenas comía. Una doctora italiana, que me visitaba desde hacía muchos años, me propuso que fuera a su país: “Así yo puedo nutrir tu cuerpo y tú ver un poco de mundo”. Me animé, conocí a más personas que me pidieron que les diera algunas enseñanzas, y no supe negarme.
- ¿Qué le ha sorprendido del mundo?
La rueda del sufrimiento humano.
- Quien sufre inflige sufrimiento. ¿Cómo cultivar la felicidad genuina sin ser monje?
Hay que estar alerta a nuestro enemigo, la mente aflictiva cuyo producto es la rabia. Y cuando te sientes ofendido por un comentario o una actitud ajena, hay que recurrir al amor, la paciencia, la tolerancia y la amabilidad.
- Pero...
...Sin cuestionarlo, se ha de convertir en un acto reflejo: acudir a la esencia.
Publicada el 18/11/2016 en La Vanguardia
martes, 14 de febrero de 2017
El amor romántico y la mente patriarcal
"Al decir que una “mente patriarcal” subyace al problema patriarcal de la sociedad, he caracterizado a ésta, hasta ahora, como una sociedad en que las relaciones de dominio-sumisión y de paternalismo-dependencia interfieren en la capacidad de establecer vínculos adultos solidarios y fraternales; o, para decirlo de otra manera, una sociedad en la que el hambre de amor materno y paterno llevan a la mayor parte de las personas a una dependencia afectiva y una obediencia compulsiva que no sólo son enajenadoras sino que constituyen distorsiones, falsificaciones y caricaturas del amor". Claudio Naranjo
lunes, 13 de febrero de 2017
Herida de abandono (II)
Esta herida surge entre el primer y tercer año de vida. Mientras que la herida del rechazo se sitúa en el “ser”, la herida que se vive en el abandono la encontramos en el plano del “tener” y el “hacer”.
Muchas personas que sufren la herida de abandono experimentaron de pequeñas una profunda falta de comunicación y se desencadenó con el progenitor del sexo opuesto. Continuará apareciendo y dificultando las relaciones con cualquier otra persona del mismo sexo que ese progenitor. Pudiste recibir mucha atención pero no la adecuada o sentirte abrumad@.
La máscara que se crea para intentar ocultar su herida es la del dependiente.
Esta máscara se caracteriza por un cuerpo que carece de tono. Cuerpo largo, delgado y encorvado. El sistema muscular no está suficientemente desarrollado y parece no poder sostener el cuerpo erguido, como si necesitara ayuda para hacerlo. El dependiente cree que no puede lograr nada por sí mismo, y por tanto, tiene necesidad de alguien más como sustento. Su cuerpo refleja esa necesidad de apoyo. Es fácil ver en esa persona al niñ@ pequeñ@ que necesita ayuda. Ojos tristes y grandes, con mirada que atrae; piernas débiles, brazos demasiado largos pegados al cuerpo. Quizá se encuentren caídas algunas partes de su cuerpo: hombros, pecho, glúteos, rodillas, vientre,… La característica más sobresaliente del dependiente es la falta de tono muscular. Cada vez con más frecuencia se recurre a la cirugía o al gimnasio para ocultar nuestro cuerpo, ocultando las heridas, una transformación aparente.
El dependiente es propenso a convertirse en víctima. Es una persona que crea todo tipo de problemas, especialmente de salud, para llamar la atención, porque cree que nunca recibe suficiente atención y apoyo. La dependencia también es una forma de obtener atención.
El dependiente es una persona que dramatiza mucho. No considera que lo que vive sean problemas, ya que estas situaciones le aportan el beneficio de tener atención, lo que le evita sentirse abandonado. Para este tipo de persona, sentirse abandonada es más doloroso que vivir los múltiples problemas que atrae su vida. Cuanto más víctima se sienta, más profunda es su herida de abandono.
A la víctima también le suele gustar desempeñar el papel de salvador, medios sutiles para recibir atención y sentirse importante. Esta actitud suele provocar malestares en la espalda, al cargar sobre sí responsabilidades que no le corresponden.
Necesita sentir el apoyo y la presencia de los otros. Cuando hace algo por los demás, es con la intención de recibir afecto y sentirse amado a cambio.
Cuando emprende una actividad agradable con alguien, el dependiente desea que dure, y cuando la actividad termina percibe el final como un abandono.
Sufre altibajos entre sentirse feliz y la tristeza y el malhumor, sin motivo aparente. En el fondo es por temor a la soledad, convencido de no poder soportarla. Dispuesto a aguantar situaciones difíciles en lugar de ponerles fin, por temor al abandono.
El dependiente ama el sufrimiento. Hay situaciones en las que el sufrimiento de abandonar es mayor que aguantar lo que se está viviendo, porque no puede admitir su herida, ya que al hacerlo correría el riesgo de revivir el sufrimiento que la propia herida representa. La dificultad para ver los problemas que vive en pareja, le lleva a aferrarse a la otra persona y hacer todo lo posible por miedo a no ser abandonada.
En la persona dependiente que actúa como víctima se observa una voz infantil y la tendencia a hacer muchas preguntas. Cuando pide ayuda, siempre con dificultad para aceptar una negativa y con tendencia a insistir, utilizando incluso la manipulación y el chantaje para obtener lo que desea.
Aunque pida consejos porque no se cree capaz, hará lo que él mismo desea, ya que no busca ayuda sino apoyo.
Suele utilizar vocabulario como “ausente, solo, no soporto, no me sueltan…”. Palabras como “dejar” para el dependiente se traducen como abandono.
El grado de ansiedad que vive al estar solo determina la magnitud del sufrimiento. Se produce una sensación de aislamiento cerrándose a ese algo o alguien que tanto desea tener a su lado y no se abre por temor a no poder enfrentarla, teme las emociones que le producirá la atención que recibirá de la otra persona. Tan pronto se intensifica una relación se las arregla para sabotearla y ponerle fin.
Cuando se siente abandonado considera que no es lo suficientemente importante para atraer la atención del otro y experimenta una gran tristeza. Tiene necesidad, a cualquier precio, de que los demás le hagan sentir importante y de que lo tengan en cuenta, ya que es algo que no puede hacer solo.
Creerse independiente es una reacción muy común del dependiente, que acentúa y oculta la herida de abandono, aunque el dependiente busca más la autonomía que la independencia.
Salir de un lugar o dejar una situación también le resulta difícil.
La tristeza es la emoción más intensa que experimenta el dependiente. Constantemente la siente en lo más profundo de su ser sin que pueda comprender o explicar de dónde proviene. Para no sentirla busca la presencia de otros, aunque también es capaz de irse al extremo opuesto, de alejarse y apartarse.
Es cálido con los demás porque cree que así los otros serán con él afectuosos, atentos, cálidos y no autoritarios.
Teme también toda forma de autoridad.
Llora fácilmente cuando habla de sus problemas acusando a los demás de haberle ignorado y abandonado.
Suele utilizar el sexo para apegarse a la otra persona, lo desea más que su pareja y se queja de no tener suficiente sexo.
Las personas en quienes predomina la herida de abandono temen a la muerte.
Tendencia a la bulimia. Puede comer mucho sin subir de peso ya que su actitud interior general radica en nunca estar satisfecho. Este es también el mensaje que su cuerpo recibe cuando come, y su cuerpo reacciona no engordando. Prefiere los alimentos blandos, le gusta mucho el pan, come lentamente para prolongar el placer y la atención.
El dependiente se distingue por haber sido un niño enfermizo, débil o endeble. Las enfermedades más frecuentes que padecen son: asma, lumbalgia, bronquitis, migrañas, agorafobia, diabetes, miopía, histeria, depresión, enfermedades raras,… un sistema digestivo frágil, la carencia en el nivel afectivo y el miedo al futuro y a enfrentarlo solo.
En espacios públicos, reuniones, talleres,.. evitan las preguntas en público pues les interesa la atención que se les pueda dar en privado. Otra manera de atraer la atención es ocupando un puesto público, a través de los cuales acceden a un amplio auditorio.
Durante la infancia, la niña se agarra a su padre, y el niño a su madre. En la pareja, el dependiente se apoya en el otro o le toma de la mano o lo toca con frecuencia. Cuando está de pie buscará apoyarse contra un muro, una puerta.. incluso sentado le resulta difícil estar erguido o se sienta de cualquier manera. Le resulta difícil mantenerse erguido y su espalda tiende a encorvarse hacia adelante.
La persona dependiente se fusiona fácilmente con los demás, sintiéndose responsable tanto de la desdicha como de la felicidad de los demás, siente la emociones de los otros y se deja invadir fácilmente por ellas.
La herida de abandono significa también que te has abandonado a ti mismo o que abandonas a los demás, las situaciones o los proyectos. Necesita la atención y presencia de otros, pero no es capaz de ver el número de ocasiones en las que él no hizo por los demás lo que le pedían.
Es habitual que la persona que sufre de abandono también suele sufrir rechazo. La mayoría de las personas tenemos varias heridas, aunque no todas expresan el mismo grado de dolor. La intensidad de la herida determina la profundidad de la máscara. La herida más evidente indica cuál es la que la persona sufre con más frecuencia.
Las características y actitudes descritas sólo se presentan cuando la persona que sufre abandono decide ponerse su máscara de dependiente, creyendo que así evitará precisamente sufrir abandono. Esta máscara puede llevarse de manera ocasional o frecuente, según la gravedad de la herida y la intensidad del dolor.
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martes, 7 de febrero de 2017
Visión global del ser humano
Varias personas me habéis comentado la dificultad de comprensión y la densidad del vídeo y texto de Gangaji "Quién eres tú...realmente", con el que abría el blog.
Os invito a ver el vídeo de Fidel Delgado, que también responde a la pregunta "Quién eres tú... realmente", con un humor exquisito y con mucha sabiduría y amor.
lunes, 6 de febrero de 2017
Herida de rechazo (I)
El rechazo es una herida muy profunda, ya que quien la sufre se siente rechazado en su interior y, sobre todo, siente rechazo con respecto a su derecho a existir. Esta es la primera herida que se manifiesta. Surge desde el momento de la concepción al primer año de vida. Para muchas personas está presente desde antes del nacimiento.
Desde el instante en el que el bebé se siente rechazado, empieza a crear una máscara (no ser ya uno mismo) de huida. De niño vivirá en un mundo imaginario y será un niño prudente y tranquilo que no causará problemas ni hará ruido.
La persona que se siente herida interpreta lo que sucede a su alrededor a través del filtro de su herida. La máscara huidiza es la personalidad o el carácter que se desarrolla para evitar el sufrimiento de esta herida. Es una manera de no estar realmente presente ante lo que sucede para evitar sufrir. Los comportamientos propios del huidizo son dictados por el temor a revivir la herida de rechazo.
Se reconoce en un cuerpo que parece querer desaparecer, muy estrecho y restringido. Cuando la herida es muy profunda se tiene la impresión de que casi no hay piel sobre los huesos, de apariencia fragmentada o incompleta. El cuerpo contraído: hombros echados hacia adelante, brazos pegados al cuerpo. Rostro y ojos pequeños, parecen ausentes y vacíos, como llenos de temor. Como si el crecimiento del cuerpo o una de sus partes se hubiera bloqueado, un adulto en el cuerpo de un niño. El cuerpo físico nunca miente.
Desde el instante en el que el bebé se siente rechazado, empieza a crear una máscara (no ser ya uno mismo) de huida. De niño vivirá en un mundo imaginario y será un niño prudente y tranquilo que no causará problemas ni hará ruido.
La persona que se siente herida interpreta lo que sucede a su alrededor a través del filtro de su herida. La máscara huidiza es la personalidad o el carácter que se desarrolla para evitar el sufrimiento de esta herida. Es una manera de no estar realmente presente ante lo que sucede para evitar sufrir. Los comportamientos propios del huidizo son dictados por el temor a revivir la herida de rechazo.
Se reconoce en un cuerpo que parece querer desaparecer, muy estrecho y restringido. Cuando la herida es muy profunda se tiene la impresión de que casi no hay piel sobre los huesos, de apariencia fragmentada o incompleta. El cuerpo contraído: hombros echados hacia adelante, brazos pegados al cuerpo. Rostro y ojos pequeños, parecen ausentes y vacíos, como llenos de temor. Como si el crecimiento del cuerpo o una de sus partes se hubiera bloqueado, un adulto en el cuerpo de un niño. El cuerpo físico nunca miente.
Este cuerpo pequeño y frágil será sobreprotegido y se percibirá a sí mismo como rechazado, pues no se siente aceptado por lo que es. Los demás harán y pensarán todo por él, así, en lugar de sentirse amado, se sentirá rechazado en sus propias capacidades.
Para este niño, ser amado se convierte en sentirse sofocado, de manera que, más adelante, su reacción consistirá en rechazar o huir cuando alguien lo ame, por su temor a ser asfixiado.
Son personas que se sentían infravaloradas, ya desde el vientre materno, donde sentían que ocupaban muy poco lugar, y con frecuencia, oscuro.
La persona huidiza se anula e infravalora, por lo que necesita ser perfecta y obtener reconocimiento ante sus propios ojos y los de los demás, prefiere la soledad, se aísla y parece volverse invisible e imperceptible, dándose así más motivos para sentirse rechazado. Se siente separado de los demás, como si no estuvieran. Se cree carente de valor y se siente incomprendido.
Puede pasar por fases de gran amor a otras de odio profundo, con un enorme sufrimiento interior. Confunde el “ser” con el “hacer”. Como no cree en la perfección de su ser lo compensa intentando buscar y alcanzar la perfección en todo lo que hace. Esta búsqueda puede volverse obsesiva. Cometer algún error supone sentirse juzgado y rechazado.
Cuanto más profunda es la herida de rechazo en una persona, más atraerá circunstancias para ser rechazada o rechazar a los demás. Si continúa creyendo que lo que le sucede es culpa de los demás, no podrá sanar esa herida.
El pánico le paraliza y es el mayor temor del huidizo, pudiendo llegar a perder la memoria en algunas situaciones.
Otros rasgos de su carácter: Desapego de lo material, perfeccionista, intelectual, presenta dificultades sexuales. Dificultad para afrontar lo que sucede, también para afianzarse al sitio en el que se encuentra y contemplar lo que ocurre. También tiene dificultades para dejar vivir su niño interior.
Si te reconoces en esta herida significa que has vivido el rechazo, o que sientes el rechazo, a través del progenitor de tu mismo sexo. La no aceptación del progenitor que ha contribuido a causar tu herida, explica las dificultades que tienes para aceptarte y amarte a ti mismo.
En su vocabulario, abundan palabras como “nada, inexistente, desaparecer,…”.
Entre las enfermedades posibles, suele padecer problemas cutáneos para evitar que le toquen, ocultándose tras su caparazón; diarrea, arritmia, cáncer, problemas respiratorios, alergias, vómitos, desmayos, hipoglucemia, diabetes, depresión suicida, psicosis...
Nuestras heridas también afectan a la manera como nos alimentamos: la pérdida de apetito por emociones intensas o ante el temor. Se ingieren porciones pequeñas. Para huir consume azúcar, alcohol o drogas y tiene predisposición a la anorexia.
El origen de cualquier herida proviene de la incapacidad de perdonar lo que nos hacemos o lo que los demás nos han hecho. Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos, pero que no queremos ver. Cuanto más importante sea la herida mayor será la atracción y el rechazo de personas, situaciones o proyectos, que nos mostrarán el rechazo a nosotros mismos y a los demás.
La vergüenza, cuando queremos ocultarnos u ocultar un comportamiento, es otra forma de tomar conciencia de que nos rechazamos o rechazamos a otros.
Para este niño, ser amado se convierte en sentirse sofocado, de manera que, más adelante, su reacción consistirá en rechazar o huir cuando alguien lo ame, por su temor a ser asfixiado.
Son personas que se sentían infravaloradas, ya desde el vientre materno, donde sentían que ocupaban muy poco lugar, y con frecuencia, oscuro.
La persona huidiza se anula e infravalora, por lo que necesita ser perfecta y obtener reconocimiento ante sus propios ojos y los de los demás, prefiere la soledad, se aísla y parece volverse invisible e imperceptible, dándose así más motivos para sentirse rechazado. Se siente separado de los demás, como si no estuvieran. Se cree carente de valor y se siente incomprendido.
Puede pasar por fases de gran amor a otras de odio profundo, con un enorme sufrimiento interior. Confunde el “ser” con el “hacer”. Como no cree en la perfección de su ser lo compensa intentando buscar y alcanzar la perfección en todo lo que hace. Esta búsqueda puede volverse obsesiva. Cometer algún error supone sentirse juzgado y rechazado.
Cuanto más profunda es la herida de rechazo en una persona, más atraerá circunstancias para ser rechazada o rechazar a los demás. Si continúa creyendo que lo que le sucede es culpa de los demás, no podrá sanar esa herida.
El pánico le paraliza y es el mayor temor del huidizo, pudiendo llegar a perder la memoria en algunas situaciones.
Otros rasgos de su carácter: Desapego de lo material, perfeccionista, intelectual, presenta dificultades sexuales. Dificultad para afrontar lo que sucede, también para afianzarse al sitio en el que se encuentra y contemplar lo que ocurre. También tiene dificultades para dejar vivir su niño interior.
Si te reconoces en esta herida significa que has vivido el rechazo, o que sientes el rechazo, a través del progenitor de tu mismo sexo. La no aceptación del progenitor que ha contribuido a causar tu herida, explica las dificultades que tienes para aceptarte y amarte a ti mismo.
En su vocabulario, abundan palabras como “nada, inexistente, desaparecer,…”.
Entre las enfermedades posibles, suele padecer problemas cutáneos para evitar que le toquen, ocultándose tras su caparazón; diarrea, arritmia, cáncer, problemas respiratorios, alergias, vómitos, desmayos, hipoglucemia, diabetes, depresión suicida, psicosis...
Nuestras heridas también afectan a la manera como nos alimentamos: la pérdida de apetito por emociones intensas o ante el temor. Se ingieren porciones pequeñas. Para huir consume azúcar, alcohol o drogas y tiene predisposición a la anorexia.
El origen de cualquier herida proviene de la incapacidad de perdonar lo que nos hacemos o lo que los demás nos han hecho. Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos, pero que no queremos ver. Cuanto más importante sea la herida mayor será la atracción y el rechazo de personas, situaciones o proyectos, que nos mostrarán el rechazo a nosotros mismos y a los demás.
La vergüenza, cuando queremos ocultarnos u ocultar un comportamiento, es otra forma de tomar conciencia de que nos rechazamos o rechazamos a otros.
Todo esto se vive cuando la persona que sufre rechazo decide colocarse la máscara de huidizo, creyendo así evitar el sufrimiento.
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sábado, 4 de febrero de 2017
martes, 24 de enero de 2017
“Curo más con el amor que con los fármacos”
La Vanguardia 20/01/02017. Extracto artículo entrevista a Jordi Domigo Ribas.
Soy un psiquiatra biologista conductual clásico.
- Lo sé.
Y puedo asegurar que curo más con el amor que con los fármacos, así que combino ambas cosas.
- Sufrimos una epidemia de ansiedad.
Sí, de ansiedad y de depresión. Mi teoría es que se debe a la falta de valores. La clave está en potenciar tu alma, la capacidad de amar y de dar.
- La clase media venida a menos sobrevivimos entre interminables obligaciones.
Ese exceso de obligaciones y trabajo nos impide crecer espiritualmente.
- No cabe en la agenda.
Por eso olvidamos que nacemos con la felicidad dentro. Crecemos y la buscamos fuera, y así apagamos el entusiasmo y la satisfacción de dar lo que tenemos. Desesperados, hacemos meditación para reducir nuestra ansiedad, pero en general no para crecer. Estamos en mínimos.
- Necesitamos a los otros para crecer.
Sí, necesitamos ser amables con los demás, poner en práctica nuestra generosidad, paciencia y capacidad de comprensión para desarrollarlas; esto es crecimiento interior.
- Amar es un verbo que se debe conjugar.
Los estudios demuestran que los niños que crecen con sus abuelos en casa son más felices y equilibrados. Pero hoy, como molestan y no producen, los dejamos en residencias.
- Hábleme como psiquiatra.
Le estoy hablando como psiquiatra. Le aseguro que la mejor medicina para acabar con la propia ansiedad o depresión es dar amor, a tus plantas, a tu perro, a tu gente..., y si puedes, a todo aquel con quien te cruzas. Pero dar amor para recibir amor..., eso es un contrato.
- Perdone, pero si das y no recibes nada, eso es el desierto.
El otro será el desierto, no tú. Le aseguro que ayudar a morir a una persona te llena de vida. Nosotros lo hacemos y no cobramos por ello, lo que nos causa problemas en el hospital, que es privado. El concepto de amor está muy equivocado en nuestra sociedad. Amor es dar.
- Creía que los psiquiatras no deben involucrarse emocionalmente con sus pacientes.
Yo quiero a mis enfermos, tengo 55.000 historias abiertas, e intento curarlos con pastillas, con psicología y con amor. “Doctor –me dicen–, que usted quiera que yo esté bien me da fuerza para estar bien”.
- Es usted un extraño psiquiatra.
He pasado muchos años y muchas horas en manicomios con enfermos muy graves y medicados, pero a los que el amor también les llega.
- Ahora viven en hospitales psiquiátricos.
Sí, han perdido los jardines. Son enfermos que viven encerrados en sí mismos, esquizofrénicos graves, pero responden al amor. Yo he tenido la suerte de buscar siempre la bondad.
- ¿Por qué?
Mi madre me regaló una gran lección. Tuvimos una cocinera durante 40 años en casa; cuando se hizo viejecita se quedó inválida y mi madre nos dijo: “María se queda en casa”. Hasta que murió, siete años después, mi madre le limpió el culo. Teníamos servicio, así que le pregunté: “Mamá, ¿por qué no lo hace la asistenta?”.
- ¿Y qué le contestó?
“Porque no es su trabajo. El trabajo de cuidar a María es mío”. Fue una lección absoluta de valores humanos que me ayudó a crecer.
- ¿Un científico creyente?
Yo no creo en Dios, ojalá, pero sí en la bondad, y en su carencia, que se parece mucho al mal. A los 18 años trabajé en un orfanato en Barcelona; los niños me contaron que sufrían abusos sexuales; cuando dije a la dirección que lo iba a denunciar me amenazaron, me asusté y lo dejé.
Artículo completo: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20170120/413511629424/curo-mas-con-el-amor-que-con-los-farmacos.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=facebook&utm_medium=social
- Lo sé.
Y puedo asegurar que curo más con el amor que con los fármacos, así que combino ambas cosas.
- Sufrimos una epidemia de ansiedad.
Sí, de ansiedad y de depresión. Mi teoría es que se debe a la falta de valores. La clave está en potenciar tu alma, la capacidad de amar y de dar.
- La clase media venida a menos sobrevivimos entre interminables obligaciones.
Ese exceso de obligaciones y trabajo nos impide crecer espiritualmente.
- No cabe en la agenda.
Por eso olvidamos que nacemos con la felicidad dentro. Crecemos y la buscamos fuera, y así apagamos el entusiasmo y la satisfacción de dar lo que tenemos. Desesperados, hacemos meditación para reducir nuestra ansiedad, pero en general no para crecer. Estamos en mínimos.
- Necesitamos a los otros para crecer.
Sí, necesitamos ser amables con los demás, poner en práctica nuestra generosidad, paciencia y capacidad de comprensión para desarrollarlas; esto es crecimiento interior.
- Amar es un verbo que se debe conjugar.
Los estudios demuestran que los niños que crecen con sus abuelos en casa son más felices y equilibrados. Pero hoy, como molestan y no producen, los dejamos en residencias.
- Hábleme como psiquiatra.
Le estoy hablando como psiquiatra. Le aseguro que la mejor medicina para acabar con la propia ansiedad o depresión es dar amor, a tus plantas, a tu perro, a tu gente..., y si puedes, a todo aquel con quien te cruzas. Pero dar amor para recibir amor..., eso es un contrato.
- Perdone, pero si das y no recibes nada, eso es el desierto.
El otro será el desierto, no tú. Le aseguro que ayudar a morir a una persona te llena de vida. Nosotros lo hacemos y no cobramos por ello, lo que nos causa problemas en el hospital, que es privado. El concepto de amor está muy equivocado en nuestra sociedad. Amor es dar.
- Creía que los psiquiatras no deben involucrarse emocionalmente con sus pacientes.
Yo quiero a mis enfermos, tengo 55.000 historias abiertas, e intento curarlos con pastillas, con psicología y con amor. “Doctor –me dicen–, que usted quiera que yo esté bien me da fuerza para estar bien”.
- Es usted un extraño psiquiatra.
He pasado muchos años y muchas horas en manicomios con enfermos muy graves y medicados, pero a los que el amor también les llega.
- Ahora viven en hospitales psiquiátricos.
Sí, han perdido los jardines. Son enfermos que viven encerrados en sí mismos, esquizofrénicos graves, pero responden al amor. Yo he tenido la suerte de buscar siempre la bondad.
- ¿Por qué?
Mi madre me regaló una gran lección. Tuvimos una cocinera durante 40 años en casa; cuando se hizo viejecita se quedó inválida y mi madre nos dijo: “María se queda en casa”. Hasta que murió, siete años después, mi madre le limpió el culo. Teníamos servicio, así que le pregunté: “Mamá, ¿por qué no lo hace la asistenta?”.
- ¿Y qué le contestó?
“Porque no es su trabajo. El trabajo de cuidar a María es mío”. Fue una lección absoluta de valores humanos que me ayudó a crecer.
- ¿Un científico creyente?
Yo no creo en Dios, ojalá, pero sí en la bondad, y en su carencia, que se parece mucho al mal. A los 18 años trabajé en un orfanato en Barcelona; los niños me contaron que sufrían abusos sexuales; cuando dije a la dirección que lo iba a denunciar me amenazaron, me asusté y lo dejé.
Artículo completo: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20170120/413511629424/curo-mas-con-el-amor-que-con-los-farmacos.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=facebook&utm_medium=social
jueves, 19 de enero de 2017
miércoles, 18 de enero de 2017
“La vuelta a casa: El regreso a sí misma”
Clarissa Pinkola en “Mujeres que corren con lobos” relata el más importante de los ciclos, el del regreso a casa, a la casa salvaje, a la casa del alma.
“El hijo espiritual es la niña milagrosa, que tiene la capacidad de oír la llamada, la lejana voz que nos dice ya es hora de regresar a nosotras mismas. El niño es una parte de nuestra naturaleza medial que nos apremia, pues es capaz de oír la llamada cuando ésta se produce. Es el niño que se despierta del sueño, se levanta de la cama, sale a la ventosa noche y baja corriendo al embravecido mar que nos induce a afirmar…” “Pongo a Dios por testigo de que seguiré por este camino” o “Resistiré”, o “No me desviaré”, o “ Encontraré la manera de seguir adelante”.
Es el hijo quien le devuelve a su madre la piel de foca, la piel del alma. Es él quien le permite regresar a su casa. Este hijo es un poder espiritual que nos induce a seguir adelante con nuestra importante tarea, a rechazar algo, a cambiar nuestra vida, a mejorar nuestra comunidad, a colaborar en el empeño de equilibrar el mundo, todo ello gracias a nuestro regreso a casa. Si una mujer desea participar en estas cosas, es necesario que tenga lugar el difícil matrimonio entre el alma y el ego y tiene que nacer el hijo espiritual. Los objetivos del dominio son la recuperación y el regreso.
Menos mal que existe esta señal natural del regreso a casa, tanto más insistente cuanto mayor es nuestra necesidad de regresar. La señal se dispara cuando todo empieza a ser “demasiado”, tanto en sentido positivo como negativo. Puede haber llegado el momento de regresar a casa, tanto cuando existe demasiado estímulo positivo como cuando se registra una incesante disonancia. Es posible que estemos demasiado inmersas en algo, que algo nos haya agotado demasiado, que nos amen demasiado o demasiado poco, que trabajemos demasiado o demasiado poco. Todas estas cosas tienen un precio muy alto. En presencia de un “demasiado”, nos vamos secando poco a poco, se nos cansa el corazón, empieza a faltarnos la energía y surge en nosotras un misterioso anhelo, que sólo acertamos a describir como “un algo”, que se intensifica cada vez más. Es entonces cuando nos llama el Viejo.
La sensación de sentirnos desagarradas procede del hecho de oír, de manera consciente o inconsciente, que algo nos llama y nos pide que regresemos, algo a lo que no podemos contestar que no, so pena de sufrir un daño.
Si no acudimos cuando es el momento, el alma vendrá a buscarnos…
La vieja foca surge por la noche y el niño avanza a trompicones por la noche…el principal protagonista descubre una asombrosa verdad o recupera un valioso tesoro mientras camina a tientas en la oscuridad... Nada mejor que la oscuridad para que la luz, la maravilla, el tesoro destaquen en toda su magnificencia. La “noche oscura del alma”…
Las imágenes que giran alrededor de la oscuridad transmiten un ancestral mensaje que dice: No temas “no saber”. En distintas fases y en distintos períodos de nuestra vida así tiene que ser. Este aspecto de los cuentos y de los mitos nos anima a responder a la llamada aunque no sepamos adónde vamos, en qué dirección o durante cuánto tiempo.
…lo más temible no es el avance en medio de la oscuridad buscando la piel del alma sino la inmersión en el agua, el regreso efectivo a casa y especialmente la despedida efectiva. Aunque las mujeres regresen a sí mismas, se pongan la piel de foca, se la alisen bien y estén preparadas para la partida, el hecho de irse es muy duro; es muy duro ceder y entregar aquello en lo que habíamos estado ocupadas hasta aquel momento e irnos sin más.
Aunque no se puede regresar de nuevo a la matriz, sí se puede regresar al hogar. Y no sólo es posible sino que es un requisito imprescindible.
Allí no sólo hay tiempo para meditar sino también para aprender y descubrir lo olvidado, lo abandonado y lo enterrado. Allí podemos imaginar el futuro y examinar también los mapas de las cicatrices de la psique, averiguar sus causas y adónde iremos a continuación.
Cuando es la hora, es la hora. Aunque la mujer no esté preparada, aunque las cosas no estén hechas, aunque hoy tenga que llegar el barco. Cuando es la hora, es la hora. La mujer foca regresa al mar, no porque le apetece, no porque hoy es un buen día para ir, no porque su vida está limpia y ordenada; no existe ningún momento limpio y ordenado para nadie. Se va porque es la hora y, por consiguiente, se tiene que ir.
martes, 17 de enero de 2017
Crisis evolutivas
"Las crisis evolutivas son períodos de estrés psicológico que acompañan a los momentos críticos de nuestra vida. Suelen ir acompañadas de grandes conmociones psicológicas que, en ocasiones, alcanzan dimensiones realmente amenazadoras. Estas transiciones pueden presentarse de manera espontánea, como sucede durante la adolescencia o la crisis de la mediana edad, o verse inducidas por técnicas catalizadoras del crecimiento, como la psicoterapia y la meditación. Tengamos en cuenta que el crecimiento psicológico rara vez discurre por cauces apacibles. Muy al contrario, suele verse jalonado por períodos de confusión y cuestionamiento o, en casos extremos, de desorganización y desesperación". Roger Walsh en The World of Shamanism
La desilusión, la crisis, la depresión, la ruptura forman parte del camino. Aunque profundamente dolorosas, nos ofrecen la oportunidad de cultivar el discernimiento y sanar las pautas y tendencias insanas de un modo que pocas terapias consiguen.
Cuando se rompen las ilusiones, bajo las que ocultamos la realidad puede asomar algo más interesante, esencial y verdadero y brota una profunda necesidad interna que nos empuja a tratar de discernir lo que hasta ese momento no habíamos podido o no habíamos querido ver.
Y, cuando vemos, es posible asumir una mayor responsabilidad por nuestra vida, abrirnos a una mayor comprensión, reto y expansión así como la oportunidad de profundizar también en nuestro servicio a la humanidad.
En palabras de A. Lowen "La desilusión es lo único que puede curarnos de la ilusión. Sin desesperación, una especie de período de luto por las ilusiones y fantasías perdidas, jamás podríamos mirar de frente a la realidad. Quizás haya personas que no puedan superar la desilusión, pero lo cierto es que sin ella no puede tener lugar ningún cambio verdaderamente importante".
lunes, 16 de enero de 2017
“El trabajo espiritual se hace en soledad” Marie-Madeleine Davy
“Antes que nada yo plantearía la siguiente pregunta: ¿la soledad es elegida, o uno es elegido por ella?... En la medida en la que se trata de una soledad profunda, de la búsqueda del fondo, de lo esencial, creo que se es elegido por la soledad.
Decir SÍ a una Presencia
…Cuando un ser seducido por lo Eterno, es llamado hacia su fondo, todo se tambalea. Este fondo, no puede ser nombrado, no puede ser conocido, no se le ha oído hablar nunca: ni siquiera se tiene una experiencia de ello. ¿Cómo decir sí?. Y si se dice "si", es un "si" que va a ser repetido, no todos los días, sino a cada instante. Porque el misterio de la soledad, tremendo divino y al mismo tiempo difícil de vivir, consiste en orientarse hacia la plenitud de un "sí". ¿Sí a qué? A una Presencia. Podría también decir un "si" a algo que ignoro. A algo que nace en mí, crece en mí, se despliega en mí... y que yo no puedo nombrar.
En la soledad el hombre-la mujer comprende que es un microcosmos, y que lleva al macrocosmos en sí mismo
El riesgo de la soledad absoluta: el eventual encuentro con la locura. Quizás se tiene miedo de la soledad porque se tiene miedo de volverse loco. ¿Por qué loco? Porque las cosas se disipan. De repente la mirada ve, el oído escucha. Un cartujo del siglo XII lo expresa, y yo comento su texto: "cuando me retiro, cuando estoy en soledad, cierro los ojos, no hay nadie alrededor mío, ningún ruido, ningún sonido. Escucho el murmullo del silencio. Y ese silencio es atravesado por gritos, por vociferaciones; son los animales que tengo en mí." En la soledad me veo. En la soledad me encuentro, me conozco.
La soledad es un espejo. Y ¿quién soporta el tener un espejo ante el rostro?
…En la soledad, el hombre-la mujer recoge su acuerdo con el cosmos. Comprende que él es un microcosmos, que él lleva al macrocosmos en sí. Él es Tierra, él es Aire, Agua, Fuego. Contiene las plantas, el árbol, la flor, los animales, el pájaro y la serpiente. Es un ser humano. Él puede llegar a ser un ser humano completo.
El solitario no tiene nada que acumular; él se libera de estorbos
En la soledad, la dificultad consiste en comprender que lo esencial no es actuar, sino ser…. ahora bien, la soledad enseña esto: lo importante es ser, es decir existir llegando a ser auténtico.
El punto es el símbolo de todo esto. El punto es el cruce. El solitario no tiene nada que adquirir, solo tiene que despojarse.
En la soledad estamos religados
En la soledad se va a escuchar, a percibir el susurro del silencio. El silencio tiene una voz. El silencio habla. El silencio enseña. Nos dice algo… En la soledad, en los momentos en los que uno se acerca al fondo, estamos religados. ¿Religados a qué? ¿a quién?. Religados al Eterno, religados a algo innombrable. No se puede decir nada, absolutamente nada.
En la soledad mis raíces ya no están pegadas en aquello que es transitorio. Las raíces que se sumergen para hacer subir la savia, no pertenecen ya más al mundo visible. Es el mundo invisible el que nutre; el mundo invisible que no cesa de aligerarnos del peso de las pruebas que nos pone la existencia.
Si amo, en la soledad soy como un sol.
En algunos momentos, la soledad parece comparable a una sombra, una niebla, algo denso. No se ve a unos pocos metros por delante y uno parece enloquecer. ¿Por qué? Porque el solitario deja, como dice Chestov, la consciencia común. La omnitud le abandona.
Después de haber entrado en el jardín del conocimiento de sí, el solitario entra en la bodega del vino. La bodega del vino significa el amor al otro. Un amor extraordinario, un amor que es difícil ya que no sabemos amar. El solitario va a comprender que lo importante no es ser amado sino amar. Y amar gratuitamente.
…..El secreto que enseña la soledad, la revelación de la soledad, es la escucha de la fuente, y la fuente me dice: "lo esencial no es ser amado, sino amar". Y si yo amo, en mi soledad, me convierto en un Sol.
El solitario es comparable a un terreno, irrigado por un río de fuego que no viene de él
…El solitario es comparable a un terreno, irrigado por un río de fuego que no viene de él.
¿Cuál es el símbolo del desierto, y por qué el desierto interiorizado nos sumerge en la soledad? El desierto es una tierra estéril, una tierra inhabitada. El desierto designa una tierra en la que se tiene sed.… El solitario va a comprender que tiene sed de eternidad. Tiene sed de algo que no desaparezca, de algo que no pueda morir.
…El solitario desgarra el velo. El solitario súbitamente comprende algo. Las palabras se mueven, las palabras revelan su sentido secreto.
El desierto interior es alcanzado cuando el hombre comprende que todo debe de interiorizarse. El oído se interioriza, la mirada se interioriza. Y la soledad aviva, despliega el sentido de lo interior. El oído, en el desierto interiorizado, va a captar el murmullo de las fuentes.
Nunca tenemos que abandonar las formas, sino aceptar que ellas nos abandonen.
Una vez más, en la soledad, no hay nada que adquirir, solamente despojarse. Eckhart, en un poema que se le atribuye –aunque quizás no sea de él- dice: "¡Oh alma mía, sal! ¡Dios mío, entra!".
El último escollo de la soledad y del desierto interiorizado, puede parecer cruel. Estamos atados a las formas: podemos estar estrechamente ligados a nuestra raza, nuestra patria, nuestra familia, a una tradición, una religión precisa. En la soledad, es posible que seamos abandonados por las formas. Nunca tenemos que abandonar las formas, sino que tenemos que aceptar que ellas nos abandonen.
….En la soledad hay una armonía. En la soledad comprendemos que las formas pertenecen al tiempo, que esas formas están en nosotros, y que es importante integrarlas. En la soledad o en el desierto interiorizado, el hombre va a morir, va a morir necesariamente. Morir a lo transitorio, morir al tiempo, morir al espacio. Se va a volver un hombre universal, rigurosamente universal.
En la soledad tendré la clave de saber que ya somos seres universales.
Yo no oigo el silencio, no percibo mi fuente. ¿Por qué? Porque estoy en el parloteo exterior. Estoy en la danza de las palabras. Estoy en el canto de una expresión. Estoy en el parecer, nada más que en el parecer.
Si mi oído interior nace, si en la soledad se despliega, voy a captar, voy a comprender, voy a tener una experiencia de la cercanía a los misterios, a todos los misterios. Yo recibo un don: la llave de la existencia, la llave del "nuevo nacimiento", la llave del hombre, de la mujer nuevos con relación al "hombre viejo", a la "mujer vieja".…
La soledad, los desiertos provocan un despertar de la escucha. A través del oído interior, es "alguien" en nosotros quien encuentra a "alguien"…
El hombre-la mujer que vive el desierto interiorizado en la soledad, percibe el murmullo de la fuente en el otro... y se maravilla”.
domingo, 15 de enero de 2017
Las personas más bellas...
La princesa y el dragón.
Una historia tradicional sueca relata cómo...“A causa de las fechorías de sus padres, una joven princesa llamada Aris debía ser entregada a un terrible dragón. Cuando el rey y la reina se lo dijeron, temió por su vida. Pero recuperando su ánimo, se dirigió al mercado en busca de una mujer sabia, que había educado a doce hijos y veintinueve nietos, y conocía la senda de los dragones y de los hombres.
La mujer sabia le dijo a Aris que debía casarse con el dragón, pero que habían modos adecuados de acercársele. Luego le dio instrucciones para la noche de bodas. En concreto, instó a la princesa a llevar diez bellos vestidos de novia, uno encima del otro.
La mujer sabia le dijo a Aris que debía casarse con el dragón, pero que habían modos adecuados de acercársele. Luego le dio instrucciones para la noche de bodas. En concreto, instó a la princesa a llevar diez bellos vestidos de novia, uno encima del otro.
Se celebró la boda. Tuvo lugar un banquete en palacio, tras el cual el dragón se llevó a la princesa a su alcoba. Cuando el dragón se aproximó a su desposada, ella lo detuvo diciendo que debía quitarse con mucho cuidado sus vestidos antes de ofrecerle su corazón. También él (le conminó instruida por la mujer sabia) debía quitarse la ropa con atención. A lo que accedió.
“A medida que me quite un vestido, debes hacer lo mismo”. Entonces se quitó el primero de los vestidos y observó cómo el dragón se quitaba la primera capa de escamas. Aunque era doloroso, el dragón lo había hecho antes periódicamente. Pero entonces la princesa se quitó otro vestido, y luego el siguiente. El dragón comprobó que en cada ocasión tenía que quitarse una capa más profunda de escamas. Al llegar al quinto, el dragón empezó a llorar profusamente con lágrimas de dolor. Pero la princesa prosiguió.
Con cada capa sucesiva la piel del dragón se volvía cada vez más tierna y su forma se ablandaba. Se volvía cada vez más ligero. Cuando la princesa se quitó el décimo vestido, el dragón liberó el último vestigio de la forma de dragón y surgió como hombre, un bello príncipe cuyos ojos brillaban como los de un niño, liberado por fin del conjuro de su forma de dragón. La princesa Aris y su nuevo esposo pudieron entonces dedicarse a los placeres de la luna de miel, para satisfacer el último consejo de esta sabia mujer que tenía doce niños y veintinueve nietos”.
El poeta Rilke lo expresa también de un modo bello:
"Quizás los dragones que amenazan nuestra vida
no sean sino princesas anhelantes
que sólo aguardan un indicio
de nuestra apostura y valentía.
Quizás en lo más hondo
lo que más terrible nos parece
sólo ansía nuestro amor".
Todos los personajes de este relato los podemos encontrar en nuestro interior. El viaje no consiste en ir hacia la luz, las fuerzas de nuestra historia y de nuestras luchas son tenaces y poderosas. La senda que conduce hacia la libertad interior exige pasar por ello, una purificación difícil: limpiar, soltar, deshacer,.. es doloroso darnos cuenta de todas las escamas que llevamos encima, desprendernos de ellas, encontrarnos cara a cara con los fieros dragones que custodian el camino,... exige sumergirnos en el océano de las lágrimas.
viernes, 13 de enero de 2017
El sendero eres tú.
“El deseo de libertad, liberación, iluminación, realización personal, desarrollo interior, o como quiera que lo llamemos, no es una respuesta a una llamada del exterior.
No es un deseo de mejorar. No es un intento de realizar algún tipo de modelo ideal que tenemos en mente. No es cumplir con los preceptos de algunas creencias u opiniones…
La búsqueda es un asunto muy personal, un interés profundamente personal... Es una respuesta a una llamada profunda de nuestro interior. Se trata de nuestra propia falta de armonía, tal y como la experimentamos, de nuestro propio cuestionamiento y anhelo personal.
Si lo que se busca es alcanzar el conocimiento o la realización personal,…entonces no estamos preparados aún,..
La inquietud debe partir de uno mismo, de nuestras propias profundidades. Las preguntas deben referirse a la situación, a la mente de uno mismo, y no a algún sistema que alguien haya creado. Se puede recurrir a cualquier sistema, pero al final se trata de la propia vida, de la mente y la búsqueda de uno mismo.
La iluminación no va a provenir de ningún sistema, sino que debe resolver y clarificar la situación de uno mismo. La realización debe satisfacer y cumplir las exigencias de nuestro propio corazón y no los estándares de ningún sistema. La liberación debe ser personal, de uno mismo.
Así pues, el sendero eres tú, tu mente y tu corazón. La llamada es tu llamada, sólo le importa a tu vida y apela íntimamente a ti.
La llamada, el camino y la realización son un asunto íntimamente personal. Todo lo demás no, pues no puedes utilizarlo en tu favor ni en el de los demás, aunque la solución final de tu situación personal es tuya y la puedes utilizar también para los demás.
La búsqueda no produce mejora o perfección. Produce madurez, humanidad y sabiduría”.
A. H. Almaas “Essence”
jueves, 12 de enero de 2017
A la intemperie...
“Sólo cuando uno aprende a quedarse en la total intemperie, sin techo que le proteja del cosmos inmenso, sin paredes que le resguarden de los vientos, sin refugio alguno;
sólo cuando uno renuncia a poder disponer de un cercado donde sentirse menos insignificante en el vasto espacio;
sólo cuando, con los años, uno aprende a no esperar que la verdad tenga un rostro delimitado y próximo;
sólo cuando se ha aprendido, por fin, a no intentar, de mil maneras, salvarse;
sólo entonces, la verdad es inhóspita pero profundamente hospitalaria;
despiadada como la inmensidad pero acogedora como una amante;
vacía como un abismo pero haciéndose sentir con una presencia plena y cálida”.
Marià Corbí
miércoles, 11 de enero de 2017
Quién eres tú... realmente. Por Gangaji
Cualquier pensamiento que hayas tenido sobre ti mismo, no es quien eres. Es sólo un pensamiento. La verdad de quien eres, no puede ser "pensada", porque ella es la fuente de todos los pensamientos.
No se puede definir o darle nombre a la verdad de quién eres.
Palabras como alma, luz, Dios, verdad, ser, conciencia, inteligencia universal o divinidad, aunque sean capaces de evocar el éxtasis de la verdad, son insuficientes como descripción de la inmensidad de quien eres realmente.
Independientemente de cómo te identifiques: como un niño, un adolescente, una madre, un padre, una persona más adulta, una persona saludable, una persona enferma, una persona que sufre o una persona iluminada, siempre, detrás de todo eso, está la verdad de ti mismo. No es ajena a ti.
Está tan cerca que no puedes creer que eres tú.
No existe un concepto para definir la verdad de quien eres, ignorante o iluminado, inútil o grandioso.
La verdad de quien eres, está libre de todo eso. Ya eres libre, y todo lo que te impide lograr esa libertad es tu apego a alguna idea sobre quién eres.
Este pensamiento no impide que seas la verdad de quien eres y te separa del descubrimiento de quien eres realmente. Tú ya eres eso.
Te invito a dejar que tu atención se sumerja en aquello que siempre ha estado ahí, esperando abiertamente por su propio auto-descubrimiento.
¿Quién eres, realmente?
¿Eres alguna imagen que aparece en tu mente?
¿Eres alguna sensación que aparece en tu cuerpo?
¿Eres tú alguna emoción que pasa por tu mente o tu cuerpo?
¿Eres algo que alguien dice que tú eres?
¿O eres la rebeldía contra algo que alguien ha dicho que eres?
Estos son algunos de los muchos errores de identificación. Todas estas definiciones vienen y se van, nacen y después mueren.
La verdad de lo que eres, no viene y se va.
Ella está presente antes del nacimiento, durante toda la vida y después de la muerte.
Descubrir la verdad de quién eres, no sólo es posible, es tu derecho de nacimiento.
Cualquier pensamiento de que este descubrimiento no es para ti, que aún no es tiempo, que no eres digno, que no estás listo, que tú ya sabes quién eres, son sólo trucos de la mente.
Es hora de investigar este pensamiento y ver qué validez realmente tiene.
En esta investigación existe una apertura para que la conciencia inteligente que eres, finalmente se reconozca a sí misma.
La pregunta más importante que puedes hacerte es: ¿Quién soy yo?
En cierta forma, esta ha sido una cuestión implícita, hecha en cada etapa de tu vida.
Toda actividad, sea individual o colectiva, es motivada en su raíz por una búsqueda de auto-definición.
Normalmente, buscas una respuesta positiva a esta pregunta y huyes de una respuesta negativa. Cuando esta pregunta se vuelve explícita, el impulso y el poder de la pregunta orientan a la búsqueda de la verdadera respuesta, la cual está abierta, viva y llena de una "comprensión" cada vez más profunda.
Tú has experimentado tanto el éxito como el fracaso.
Después de un cierto tiempo, tarde o temprano, podrás percibir quien eres, independientemente de que la definición no sea satisfactoria.
A menos que esta pregunta haya sido "verdaderamente respondida", no sólo convencionalmente respondida, seguirás con el hambre de saber. Puesto que no importa cómo hayas sido definido por los otros, bien intencionado o no, y no importa cómo te hayas definido a ti mismo, ninguna definición puede traer certidumbre duradera.
El momento en que reconozcas que ninguna respuesta jamás ha satisfecho esta pregunta, es crucial.
A menudo se lo denomina como el momento de madurez espiritual, el momento de madurez de la vida espiritual.
En este punto, tu puedes conscientemente investigar quien realmente eres.
En su poder y en su simplicidad la pregunta "¿Quién soy yo?" lanza la mente de nuevo a la raíz de la identificación personal, la hipótesis básica: yo soy alguien. En vez de automáticamente aceptar esta suposición como la verdad, puedes investigar más.
No es difícil ver que este pensamiento inicial de "yo soy alguien", conduce a todo tipo de estrategias: ser un mejor "alguien", un "alguien" más protegido, un "alguien" con más placer, más confortable, más realizado. Pero cuando este pensamiento muy básico es cuestionado, la mente encuentra el yo, el cual estaba separado de lo que ella estaba buscando. Esto se llama auto-investigación.
La pregunta más básica: "¿Quién soy yo?" es la más olvidada. Pasamos la mayor parte de nuestros días diciéndonos a nosotros mismos, o a los demás, que somos alguien importante, alguien sin importancia, alguien grande, alguien pequeño, alguien joven o alguien viejo, sin nunca realmente cuestionar esta suposición tan básica:
¿Quién eres, realmente?
¿Cómo sabes que esto es quien eres en realidad?
¿es verdad? ¿realmente?
Cuando llevas tu atención hacia esta pregunta "¿Quién soy yo?" tal vez veas una entidad que tiene tu cara y tu cuerpo, pero ¿quién es realmente consciente de esta entidad?
¿Eres el objeto, o la percepción del objeto? El objeto viene y se va. El padre, el niño, el amante, el abandonado, el iluminado, el victorioso, o el derrotado. Todas estas identificaciones vienen y se van. La percepción de estas identificaciones está siempre presentes.
La identificación errada de uno mismo como algún objeto dentro de la percepción lleva al extremo placer o extremo dolor y a ciclos interminables de sufrimiento.
Cuando estás dispuesto a terminar con la identificación equivocada y descubrir directa y completamente que tú eres la propia conciencia y no estas definiciones efímeras, la búsqueda de ti mismo en la mente, en los pensamientos, termina.
Cuando la pregunta "¿quién?" es perseguida de forma inocente, pura, en todo el camino de vuelta a su origen, surge un gran y asombroso descubrimiento: ¡no hay absolutamente ninguna entidad allí!.
Apenas el indefinible e ilimitado reconocimiento de ti mismo como inseparable de cualquier otra cosa.
Eres libre, estás completo, eres infinito. No hay final para ti, no hay límite.
Cualquier idea sobre ti mismo que aparezca, desaparecerá de vuelta en ti.
Eres la percepción y la percepción es la conciencia. Deja que todas las auto-definiciones mueran en ese momento. Déjalas ir y observa lo que permanece.
Ve lo que nunca ha nacido y lo que no muere.
Siente el alivio de dejar caer la carga de definirte a ti mismo.
Experimenta la verdad de la irrealidad de la carga.
Experimenta la alegría que está aquí.
Descansa en la infinita paz de tu verdadera naturaleza antes de que cualquier pensamiento de "yo" surja.
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