Una historia tradicional sueca relata cómo...“A causa de las fechorías de sus padres, una joven princesa llamada Aris debía ser entregada a un terrible dragón. Cuando el rey y la reina se lo dijeron, temió por su vida. Pero recuperando su ánimo, se dirigió al mercado en busca de una mujer sabia, que había educado a doce hijos y veintinueve nietos, y conocía la senda de los dragones y de los hombres.
La mujer sabia le dijo a Aris que debía casarse con el dragón, pero que habían modos adecuados de acercársele. Luego le dio instrucciones para la noche de bodas. En concreto, instó a la princesa a llevar diez bellos vestidos de novia, uno encima del otro.
La mujer sabia le dijo a Aris que debía casarse con el dragón, pero que habían modos adecuados de acercársele. Luego le dio instrucciones para la noche de bodas. En concreto, instó a la princesa a llevar diez bellos vestidos de novia, uno encima del otro.
Se celebró la boda. Tuvo lugar un banquete en palacio, tras el cual el dragón se llevó a la princesa a su alcoba. Cuando el dragón se aproximó a su desposada, ella lo detuvo diciendo que debía quitarse con mucho cuidado sus vestidos antes de ofrecerle su corazón. También él (le conminó instruida por la mujer sabia) debía quitarse la ropa con atención. A lo que accedió.
“A medida que me quite un vestido, debes hacer lo mismo”. Entonces se quitó el primero de los vestidos y observó cómo el dragón se quitaba la primera capa de escamas. Aunque era doloroso, el dragón lo había hecho antes periódicamente. Pero entonces la princesa se quitó otro vestido, y luego el siguiente. El dragón comprobó que en cada ocasión tenía que quitarse una capa más profunda de escamas. Al llegar al quinto, el dragón empezó a llorar profusamente con lágrimas de dolor. Pero la princesa prosiguió.
Con cada capa sucesiva la piel del dragón se volvía cada vez más tierna y su forma se ablandaba. Se volvía cada vez más ligero. Cuando la princesa se quitó el décimo vestido, el dragón liberó el último vestigio de la forma de dragón y surgió como hombre, un bello príncipe cuyos ojos brillaban como los de un niño, liberado por fin del conjuro de su forma de dragón. La princesa Aris y su nuevo esposo pudieron entonces dedicarse a los placeres de la luna de miel, para satisfacer el último consejo de esta sabia mujer que tenía doce niños y veintinueve nietos”.
El poeta Rilke lo expresa también de un modo bello:
"Quizás los dragones que amenazan nuestra vida
no sean sino princesas anhelantes
que sólo aguardan un indicio
de nuestra apostura y valentía.
Quizás en lo más hondo
lo que más terrible nos parece
sólo ansía nuestro amor".
Todos los personajes de este relato los podemos encontrar en nuestro interior. El viaje no consiste en ir hacia la luz, las fuerzas de nuestra historia y de nuestras luchas son tenaces y poderosas. La senda que conduce hacia la libertad interior exige pasar por ello, una purificación difícil: limpiar, soltar, deshacer,.. es doloroso darnos cuenta de todas las escamas que llevamos encima, desprendernos de ellas, encontrarnos cara a cara con los fieros dragones que custodian el camino,... exige sumergirnos en el océano de las lágrimas.
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