“Sólo cuando uno aprende a quedarse en la total intemperie, sin techo que le proteja del cosmos inmenso, sin paredes que le resguarden de los vientos, sin refugio alguno;
sólo cuando uno renuncia a poder disponer de un cercado donde sentirse menos insignificante en el vasto espacio;
sólo cuando, con los años, uno aprende a no esperar que la verdad tenga un rostro delimitado y próximo;
sólo cuando se ha aprendido, por fin, a no intentar, de mil maneras, salvarse;
sólo entonces, la verdad es inhóspita pero profundamente hospitalaria;
despiadada como la inmensidad pero acogedora como una amante;
vacía como un abismo pero haciéndose sentir con una presencia plena y cálida”.
Marià Corbí
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