lunes, 6 de febrero de 2017

Herida de rechazo (I)

El rechazo es una herida muy profunda, ya que quien la sufre se siente rechazado en su interior y, sobre todo, siente rechazo con respecto a su derecho a existir. Esta es la primera herida que se manifiesta. Surge desde el momento de la concepción al primer año de vida. Para muchas personas está presente desde antes del nacimiento.

Desde el instante en el que el bebé se siente rechazado, empieza a crear una máscara (no ser ya uno mismo) de huida. De niño vivirá en un mundo imaginario y será un niño prudente y tranquilo que no causará problemas ni hará ruido.

La persona que se siente herida interpreta lo que sucede a su alrededor a través del filtro de su herida. La máscara huidiza es la personalidad o el carácter que se desarrolla para evitar el sufrimiento de esta herida. Es una manera de no estar realmente presente ante lo que sucede para evitar sufrir. Los comportamientos propios del huidizo son dictados por el temor a revivir la herida de rechazo.

Se reconoce en un cuerpo que parece querer desaparecer, muy estrecho y restringido. Cuando la herida es muy profunda se tiene la impresión de que casi no hay piel sobre los huesos, de apariencia fragmentada o incompleta. El cuerpo contraído: hombros echados hacia adelante, brazos pegados al cuerpo. Rostro y ojos pequeños, parecen ausentes y vacíos, como llenos de temor. Como si el crecimiento del cuerpo o una de sus partes se hubiera bloqueado, un adulto en el cuerpo de un niño. El cuerpo físico nunca miente.

Este cuerpo pequeño y frágil será sobreprotegido y se percibirá a sí mismo como rechazado, pues no se siente aceptado por lo que es. Los demás harán y pensarán todo por él, así, en lugar de sentirse amado, se sentirá rechazado en sus propias capacidades.

Para este niño, ser amado se convierte en sentirse sofocado, de manera que, más adelante, su reacción consistirá en rechazar o huir cuando alguien lo ame, por su temor a ser asfixiado.

Son personas que se sentían infravaloradas, ya desde el vientre materno, donde sentían que ocupaban muy poco lugar, y con frecuencia, oscuro.

La persona huidiza se anula e infravalora, por lo que necesita ser perfecta y obtener reconocimiento ante sus propios ojos y los de los demás, prefiere la soledad, se aísla y parece volverse invisible e imperceptible, dándose así más motivos para sentirse rechazado. Se siente separado de los demás, como si no estuvieran. Se cree carente de valor y se siente incomprendido.

Puede pasar por fases de gran amor a otras de odio profundo, con un enorme sufrimiento interior. Confunde el “ser” con el “hacer”. Como no cree en la perfección de su ser lo compensa intentando buscar y alcanzar la perfección en todo lo que hace. Esta búsqueda puede volverse obsesiva. Cometer algún error supone sentirse juzgado y rechazado.

Cuanto más profunda es la herida de rechazo en una persona, más atraerá circunstancias para ser rechazada o rechazar a los demás. Si continúa creyendo que lo que le sucede es culpa de los demás, no podrá sanar esa herida.

El pánico le paraliza y es el mayor temor del huidizo, pudiendo llegar a perder la memoria en algunas situaciones.

Otros rasgos de su carácter: Desapego de lo material, perfeccionista, intelectual, presenta dificultades sexuales. Dificultad para afrontar lo que sucede, también para afianzarse al sitio en el que se encuentra y contemplar lo que ocurre. También tiene dificultades para dejar vivir su niño interior.

Si te reconoces en esta herida significa que has vivido el rechazo, o que sientes el rechazo, a través del progenitor de tu mismo sexo. La no aceptación del progenitor que ha contribuido a causar tu herida, explica las dificultades que tienes para aceptarte y amarte a ti mismo.

En su vocabulario, abundan palabras como “nada, inexistente, desaparecer,…”.

Entre las enfermedades posibles, suele padecer problemas cutáneos para evitar que le toquen, ocultándose tras su caparazón; diarrea, arritmia, cáncer, problemas respiratorios, alergias, vómitos, desmayos, hipoglucemia, diabetes, depresión suicida, psicosis...

Nuestras heridas también afectan a la manera como nos alimentamos: la pérdida de apetito por emociones intensas o ante el temor. Se ingieren porciones pequeñas. Para huir consume azúcar, alcohol o drogas y tiene predisposición a la anorexia.

El origen de cualquier herida proviene de la incapacidad de perdonar lo que nos hacemos o lo que los demás nos han hecho. Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos, pero que no queremos ver. Cuanto más importante sea la herida mayor será la atracción y el rechazo de personas, situaciones o proyectos, que nos mostrarán el rechazo a nosotros mismos y a los demás.

La vergüenza, cuando queremos ocultarnos u ocultar un comportamiento, es otra forma de tomar conciencia de que nos rechazamos o rechazamos a otros.

Todo esto se vive cuando la persona que sufre rechazo decide colocarse la máscara de huidizo, creyendo así evitar el sufrimiento.

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