Esta herida comienza a manifestarse entre el primer y tercer año de edad.
Relacionada con los dos progenitores que le humillarán, aunque suele experimentarse con mayor frecuencia con la madre. Es posible que esta herida se vincule con la madre en el ámbito de la sexualidad y la propiedad, y con el padre en el aprendizaje, la escucha y el habla. En estos casos será necesario resolver la herida con ambos padres.
Aparece vinculada, sobre todo, al mundo físico y al ámbito del “tener” y el “hacer”, aunque también puede ser que se las ingenie para poder llegar a ser como los demás desearían que fuera. El hacer y el ser son las herramientas con las que cuenta para compensar la herida. Lo que haga o no haga, lo que tenga o no tenga, no aliviará su herida de humillación.
Surge en el momento en que se desarrollan las funciones del cuerpo físico, cuando el niño/la niña aprenden a comer solos, a comportarse con propiedad, a ir al baño solo, a hablar, a escuchar y comprender lo que los adultos le dicen.
Surge esta herida en el momento en que el niño/la niña siente que su padre o madre se avergüenzan de él o teme que se avergüencen cuando está sucio, mal vestido… Sin importar la situación que provoca que el niño/la niña se sienta rebajado, degradado, comparado, avergonzado en el plano físico, la herida despierta y comienza a adquirir importancia. El bebé percibe el desagrado que ha causado en sus padres y se siente humillado y avergonzado.
El ámbito de la sexualidad contribuye a que se manifieste la herida potencial de la humillación. Si el niño/la niña sorprende a uno de sus padres desnudo y siente que este se molesta e intenta ocultarse, aprenderá que uno debe avergonzarse de su cuerpo.
El niño/la niña se siente despreciado si se percibe a sí mismo demasiado controlado por uno de sus progenitores, o si cree que no tiene libertad para actuar o moverse como desea. Se sentirá humillado y avergonzado de su propia conducta. Es común escuchar a las personas que sufren esta herida describir todas las cosas prohibidas que hicieron de niños o adolescentes, como si buscaran situaciones para revivir la humillación.
La persona que sufre humillación porta y se crea la máscara de masoquista, para evitar sufrir y vivir el dolor relacionado con la humillación. El masoquismo es el comportamiento de una persona que encuentra satisfacción, e incluso placer, sufriendo. Aun cuando lo haga inconscientemente, busca el dolor y la humillación la mayor parte de las veces. Se las ingenia para hacerse daño o castigarse antes de que alguien más lo haga.
Las personas con herida de humillación son las que parecen sentirse más a menudo avergonzadas.
Como se considera a sí misma maleducada, desalmada, sucia o que vale menos que los demás, la persona con la descripción física de la máscara de masoquista desarrolla un cuerpo grueso que también le avergüenza. Es grueso por el exceso de grasa. Su cuerpo es regordete y parece tener la misma profundidad que extensión. Si sólo una parte del cuerpo es gruesa y regordeta, como los glúteos o los senos, significa que existe una herida de humillación menos importante. También es posible asociar a la máscara de masoquista las siguientes características: Cuerpo grueso, rollizo, talle corto, cuello grueso y abombado, tensión en el cuello, garganta, mandíbula y pelvis. Rostro redondo. Ojos grandes, redondos, abiertos e inocentes. El masoquista tiene mucha energía bloqueada en su cuerpo. Si llega a permitirse ser libre como lo necesita, sin vergüenza ni culpabilidad, su cuerpo adelgazará, ya que dará rienda suelta a la energía contenida. Su cuerpo se encorva y muestra que está cargando demasiado peso sobre su espalda.
Como desea mostrarse firme y no ser controlado suele cargar mucho sobre su espalda, por lo que desarrolla una espalda ancha para poder llevar más peso. El masoquista tiene facilidad para situarse en circunstancias en las que debe ocuparse de alguien más para olvidarse de sí mismo. Mientras más cargue sobre su espalda más aumentará su peso.
Entre las enfermedades que pueden manifestar: dolores de espalda y sensaciones de pesadez sobre los hombros, problemas respiratorios, trastornos en piernas y pies, varices, esguinces, fracturas, disfunciones hepáticas y de la glándula tiroides, laringitis, anginas, irritaciones de la piel, hipoglucemia, diabetes, enfermedades del corazón.
En la alimentación suele ser extremista, o come con glotonería o ingiere muchas porciones pequeñas, tiene episodios de bulimia, alimentos ricos en grasas, chocolate. El masoquista se recompensa alimentándose, la comida es su manera de gratificarse.
No hacer las cosas deprisa es también una de las características del masoquista. Le resulta difícil ir con la rapidez necesaria, ya que se avergüenza cuando no puede llegar con la misma velocidad que los demás, por ejemplo, al caminar. Debe aprender a concederse el derecho a actuar a su propio ritmo.
Hay muchas personas a las que les resulta difícil reconocer la máscara de masoquista porque son capaces de controlar su peso. Si aumentas de peso con facilidad y te ves rollizo cuando no controlas tu alimentación, es posible que tengas esta herida pero que se encuentre oculta.
El masoquista parece desear hacer todo por los demás, pero en realidad lo hace para crearse limitaciones y obligaciones. Durante el tiempo que dedica a ayudar a los otros, cree que no le harán nada vergonzoso, aun cuando la mayor parte de las veces se siente humillado porque abusan de él.
El masoquista no se percata de que al resolver todo a los demás se rebaja y humilla pues les hace sentir que no podrán hacer nada sin él. No percibe que acepta cargar con tanto porque lo hace de manera sutil, debido a que su cuerpo físico ocupa mucho espacio. Engorda en función del espacio que cree que debe ocupar en su vida. Su cuerpo está ahí para reflejar esta idea. Cuando sepa en lo más profundo que en verdad es especial e importante, no tendrá que demostrarlo más. Al reconocerse a sí mismo, su cuerpo ya no tendrá necesidad de ocupar tanto espacio.
La persona masoquista parece muy controladora. Este control está motivado principalmente por el temor a sentir vergüenza de los suyos o de sí mismo. Sea hombre o mujer es con frecuencia fusional con su madre, hace todo lo posible por no avergonzarla y considera a su madre como un enorme peso que cargar, para lo que desarrolla una espalda muy sólida.
El masoquista puede llegar al punto en el que ni siquiera reconoce sus propios deseos por no disgustar a mamá. Desea tanto agradar a su madre que no está en contacto sino con los deseos que a ella le satisfarán.
Para el masoquista es difícil expresar sus verdaderas necesidades y lo que realmente sentía desde que era pequeño, ya que no se atreve a hablar por temor a experimentar vergüenza.
Lo que sucedía en la familia no se podía hablar con extraños y se debía guardar en secreto. Secretos guardados y ocultos en el seno familiar que pueden ser origen de la presión en la garganta y de problemas en la voz.
Suele ser hipersensible, por lo que lo más mínimo le hiere y hará todo lo posible por no herir a los demás. Se siente responsable si alguien se siente desdichado. Tan activo y atento a los demás ignora sus propias necesidades.
Se crea a sí mismo un sufrimiento mayor al ignorar y desconectarse de sus necesidades, lo que contribuye a alimentar su herida de humillación y su máscara de masoquista. Hace todo lo posible por sentirse útil, es una forma de ocultar su herida y de forzarse a pensar que no sufre humillaciones.
Suele ser reconocido por su capacidad para hacer reír a los demás y reírse de sí mismo. Es muy expresivo cuando relata hechos y encuentra la forma de que parezcan graciosos. Se considera el blanco de las risas de los demás, lo cual es una manera inconsciente de humillarse y rebajarse. El temor a la vergüenza tal vez se disimule tras las palabras que lo hacen reír. La mínima crítica lo hace sentirse humillado y degradado.
Palabras como “pequeño” o diminutivos están muy presentes en su vocabulario, también “ser digno”, “merecer/no merecer” se juzga como indigno a ser amado, reconocido.
Tiende a culparse de todo y a cargar con la culpa y asumir la responsabilidad de los demás.
Otro rasgo es el de castigarse pues cree que de esa forma castiga a otro y antes de que alguien más lo haga.
El desagrado es un sentimiento común. No se gustan a sí mismos, ni les gustan a los demás, creando situaciones en las que experimentan desagrado.
El sentido del deber es muy importante para el masoquista.
Actúa como intermediario entre otras dos personas y se las ingenia para actuar como chivo expiatorio en diversas situaciones. Atrae situaciones en las que se expone a que los demás lo humillen.
La libertad es fundamental para el masoquista. Significa no tener que rendir cuentas a nadie, no ser controlado,… a la vez que siente su mayor temor por encontrarse en situaciones sin límite y no saber qué hacer.
No es lo que vivimos lo que nos hace sufrir, sino la interpretación de lo que se vivimos lo que hace que nuestra herida no sane. Esta herida es una de las más difíciles de reconocer.
Las conductas propias del masoquista son dictadas por el temor a revivir la herida de humillación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario