jueves, 30 de marzo de 2017
Estados alterados de conciencia
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lunes, 27 de marzo de 2017
Herida de humillación (III)
Esta herida comienza a manifestarse entre el primer y tercer año de edad.
Relacionada con los dos progenitores que le humillarán, aunque suele experimentarse con mayor frecuencia con la madre. Es posible que esta herida se vincule con la madre en el ámbito de la sexualidad y la propiedad, y con el padre en el aprendizaje, la escucha y el habla. En estos casos será necesario resolver la herida con ambos padres.
Aparece vinculada, sobre todo, al mundo físico y al ámbito del “tener” y el “hacer”, aunque también puede ser que se las ingenie para poder llegar a ser como los demás desearían que fuera. El hacer y el ser son las herramientas con las que cuenta para compensar la herida. Lo que haga o no haga, lo que tenga o no tenga, no aliviará su herida de humillación.
Surge en el momento en que se desarrollan las funciones del cuerpo físico, cuando el niño/la niña aprenden a comer solos, a comportarse con propiedad, a ir al baño solo, a hablar, a escuchar y comprender lo que los adultos le dicen.
Surge esta herida en el momento en que el niño/la niña siente que su padre o madre se avergüenzan de él o teme que se avergüencen cuando está sucio, mal vestido… Sin importar la situación que provoca que el niño/la niña se sienta rebajado, degradado, comparado, avergonzado en el plano físico, la herida despierta y comienza a adquirir importancia. El bebé percibe el desagrado que ha causado en sus padres y se siente humillado y avergonzado.
El ámbito de la sexualidad contribuye a que se manifieste la herida potencial de la humillación. Si el niño/la niña sorprende a uno de sus padres desnudo y siente que este se molesta e intenta ocultarse, aprenderá que uno debe avergonzarse de su cuerpo.
El niño/la niña se siente despreciado si se percibe a sí mismo demasiado controlado por uno de sus progenitores, o si cree que no tiene libertad para actuar o moverse como desea. Se sentirá humillado y avergonzado de su propia conducta. Es común escuchar a las personas que sufren esta herida describir todas las cosas prohibidas que hicieron de niños o adolescentes, como si buscaran situaciones para revivir la humillación.
La persona que sufre humillación porta y se crea la máscara de masoquista, para evitar sufrir y vivir el dolor relacionado con la humillación. El masoquismo es el comportamiento de una persona que encuentra satisfacción, e incluso placer, sufriendo. Aun cuando lo haga inconscientemente, busca el dolor y la humillación la mayor parte de las veces. Se las ingenia para hacerse daño o castigarse antes de que alguien más lo haga.
Las personas con herida de humillación son las que parecen sentirse más a menudo avergonzadas.
Como se considera a sí misma maleducada, desalmada, sucia o que vale menos que los demás, la persona con la descripción física de la máscara de masoquista desarrolla un cuerpo grueso que también le avergüenza. Es grueso por el exceso de grasa. Su cuerpo es regordete y parece tener la misma profundidad que extensión. Si sólo una parte del cuerpo es gruesa y regordeta, como los glúteos o los senos, significa que existe una herida de humillación menos importante. También es posible asociar a la máscara de masoquista las siguientes características: Cuerpo grueso, rollizo, talle corto, cuello grueso y abombado, tensión en el cuello, garganta, mandíbula y pelvis. Rostro redondo. Ojos grandes, redondos, abiertos e inocentes. El masoquista tiene mucha energía bloqueada en su cuerpo. Si llega a permitirse ser libre como lo necesita, sin vergüenza ni culpabilidad, su cuerpo adelgazará, ya que dará rienda suelta a la energía contenida. Su cuerpo se encorva y muestra que está cargando demasiado peso sobre su espalda.
Como desea mostrarse firme y no ser controlado suele cargar mucho sobre su espalda, por lo que desarrolla una espalda ancha para poder llevar más peso. El masoquista tiene facilidad para situarse en circunstancias en las que debe ocuparse de alguien más para olvidarse de sí mismo. Mientras más cargue sobre su espalda más aumentará su peso.
Entre las enfermedades que pueden manifestar: dolores de espalda y sensaciones de pesadez sobre los hombros, problemas respiratorios, trastornos en piernas y pies, varices, esguinces, fracturas, disfunciones hepáticas y de la glándula tiroides, laringitis, anginas, irritaciones de la piel, hipoglucemia, diabetes, enfermedades del corazón.
En la alimentación suele ser extremista, o come con glotonería o ingiere muchas porciones pequeñas, tiene episodios de bulimia, alimentos ricos en grasas, chocolate. El masoquista se recompensa alimentándose, la comida es su manera de gratificarse.
No hacer las cosas deprisa es también una de las características del masoquista. Le resulta difícil ir con la rapidez necesaria, ya que se avergüenza cuando no puede llegar con la misma velocidad que los demás, por ejemplo, al caminar. Debe aprender a concederse el derecho a actuar a su propio ritmo.
Hay muchas personas a las que les resulta difícil reconocer la máscara de masoquista porque son capaces de controlar su peso. Si aumentas de peso con facilidad y te ves rollizo cuando no controlas tu alimentación, es posible que tengas esta herida pero que se encuentre oculta.
El masoquista parece desear hacer todo por los demás, pero en realidad lo hace para crearse limitaciones y obligaciones. Durante el tiempo que dedica a ayudar a los otros, cree que no le harán nada vergonzoso, aun cuando la mayor parte de las veces se siente humillado porque abusan de él.
El masoquista no se percata de que al resolver todo a los demás se rebaja y humilla pues les hace sentir que no podrán hacer nada sin él. No percibe que acepta cargar con tanto porque lo hace de manera sutil, debido a que su cuerpo físico ocupa mucho espacio. Engorda en función del espacio que cree que debe ocupar en su vida. Su cuerpo está ahí para reflejar esta idea. Cuando sepa en lo más profundo que en verdad es especial e importante, no tendrá que demostrarlo más. Al reconocerse a sí mismo, su cuerpo ya no tendrá necesidad de ocupar tanto espacio.
La persona masoquista parece muy controladora. Este control está motivado principalmente por el temor a sentir vergüenza de los suyos o de sí mismo. Sea hombre o mujer es con frecuencia fusional con su madre, hace todo lo posible por no avergonzarla y considera a su madre como un enorme peso que cargar, para lo que desarrolla una espalda muy sólida.
El masoquista puede llegar al punto en el que ni siquiera reconoce sus propios deseos por no disgustar a mamá. Desea tanto agradar a su madre que no está en contacto sino con los deseos que a ella le satisfarán.
Para el masoquista es difícil expresar sus verdaderas necesidades y lo que realmente sentía desde que era pequeño, ya que no se atreve a hablar por temor a experimentar vergüenza.
Lo que sucedía en la familia no se podía hablar con extraños y se debía guardar en secreto. Secretos guardados y ocultos en el seno familiar que pueden ser origen de la presión en la garganta y de problemas en la voz.
Suele ser hipersensible, por lo que lo más mínimo le hiere y hará todo lo posible por no herir a los demás. Se siente responsable si alguien se siente desdichado. Tan activo y atento a los demás ignora sus propias necesidades.
Se crea a sí mismo un sufrimiento mayor al ignorar y desconectarse de sus necesidades, lo que contribuye a alimentar su herida de humillación y su máscara de masoquista. Hace todo lo posible por sentirse útil, es una forma de ocultar su herida y de forzarse a pensar que no sufre humillaciones.
Suele ser reconocido por su capacidad para hacer reír a los demás y reírse de sí mismo. Es muy expresivo cuando relata hechos y encuentra la forma de que parezcan graciosos. Se considera el blanco de las risas de los demás, lo cual es una manera inconsciente de humillarse y rebajarse. El temor a la vergüenza tal vez se disimule tras las palabras que lo hacen reír. La mínima crítica lo hace sentirse humillado y degradado.
Palabras como “pequeño” o diminutivos están muy presentes en su vocabulario, también “ser digno”, “merecer/no merecer” se juzga como indigno a ser amado, reconocido.
Tiende a culparse de todo y a cargar con la culpa y asumir la responsabilidad de los demás.
Otro rasgo es el de castigarse pues cree que de esa forma castiga a otro y antes de que alguien más lo haga.
El desagrado es un sentimiento común. No se gustan a sí mismos, ni les gustan a los demás, creando situaciones en las que experimentan desagrado.
El sentido del deber es muy importante para el masoquista.
Actúa como intermediario entre otras dos personas y se las ingenia para actuar como chivo expiatorio en diversas situaciones. Atrae situaciones en las que se expone a que los demás lo humillen.
La libertad es fundamental para el masoquista. Significa no tener que rendir cuentas a nadie, no ser controlado,… a la vez que siente su mayor temor por encontrarse en situaciones sin límite y no saber qué hacer.
No es lo que vivimos lo que nos hace sufrir, sino la interpretación de lo que se vivimos lo que hace que nuestra herida no sane. Esta herida es una de las más difíciles de reconocer.
Las conductas propias del masoquista son dictadas por el temor a revivir la herida de humillación.
domingo, 19 de febrero de 2017
"La felicidad viene de dentro, no la encontraremos fuera"
Entrevista al Lama Jampa Monlam, que vivió en silencio meditativo durante treinta años.
Tengo 90 años. Nací en Tíbet, en una familia de nómadas, y vivo en Katmandú (Nepal).
El propósito de los políticos es, como el de todos, ser feliz. Hay que buscar las raíces de la felicidad para cultivarla, y las del sufrimiento para abandonarlo. Hay mucho desarrollo material, pero hace falta desarrollo interno
Alegre y sabio. Su sola presencia lo pone todo en su lugar, una calma cálida se expande.
La felicidad viene de dentro, no la encontraremos fuera, dice. Para no sufrir, hay que cultivar la mente. “¿Qué más?”, te preguntas sabiendo que durante 30 años su quietud le convirtió en lugar de reposo de los pájaros. Entender el alcance de sus palabras requiere detenerse.
La invasión china le obligó a huir de Tíbet, y lo hizo con una reliquia bajo el brazo, la cabeza de un insigne lama que quería entregar al Dalái Lama, pero no pudo acceder a él y vivió un año en las calles de Dharamsala hasta que el Dalái Lama soñó que alguien tenía algo que entregarle. Desde entonces son viejos amigos. Visitó Barcelona invitado por el centro de meditación Tushita.
- Treinta años en silencio meditativo?
Dirigía un monasterio, pero decidí abandonar para hacer ese largo retiro: comencé a los 49 años y acabé a los 79.
- ¿Por qué?
Los médicos tibetanos son también astrólogos y entienden el cuerpo humano como un todo conectado con el universo. Mi médico astrólogo me dijo que mi vida terminaba a los 49 años.
- Treinta años en silencio meditativo?
Dirigía un monasterio, pero decidí abandonar para hacer ese largo retiro: comencé a los 49 años y acabé a los 79.
- ¿Por qué?
Los médicos tibetanos son también astrólogos y entienden el cuerpo humano como un todo conectado con el universo. Mi médico astrólogo me dijo que mi vida terminaba a los 49 años.
- Y usted quería vivir más...
Sí, porque no había tenido tiempo de cultivar la paz y la felicidad en mi interior.
- ¿Qué ha aprendido en esos años?
Al principio fue muy difícil porque mi mente todavía no estaba domada, pero fui apaciguándola y entendiendo poco a poco cómo actúa y por qué sufrimos.
- Pero si usted entró en un monasterio a los seis años, ya meditaba, ya comprendía...
Meditaba y practicaba para desarrollar una mente de amor y gentileza hacia los otros, pero lo hacía a base de voluntad y comprensión intelectual, pero yo no era una mente en paz.
- ¿Cuál es la diferencia?
Ahora cada célula de mi cuerpo conoce la causa de nuestro sufrimiento y he podido desarrollar esa mente de amor hacia los otros sin expectativas, sin esfuerzo ni condescendencia, sin necesidad de planteármelo. Soy simplemente feliz.
- Entiendo.
Ahora cuando la gente me habla de su sufrimiento tengo la certeza de que ese sufrimiento está en su interior, que no depende del afuera, y puedo guiarles hacia una mente clara.
- ¿Cómo se hace?
Desenmascarando los engaños mentales, esas emociones aflictivas como el orgullo, el apego, el enfado y otras mentes dañinas que son adventicias, que no forman parte intrínseca de nuestra mente y, por lo tanto, se pueden eliminar.
- ¿Por qué están tan arraigados?
Porque nos enseñan a hacer, a ser, pero no quiénes somos.
- ¿Cómo desarrollar esa mente sabia en nuestras ajetreadas vidas?
El mundo se ha hecho tan pequeño, influimos tanto los uno en los otros, que es necesario que trabajemos juntos. Científicos, psicólogos, representantes de diferentes religiones, humanistas, filósofos..., juntos debemos cambiar el enfoque de fuera a dentro por lo contrario.
- De dentro a fuera.
Exacto, porque, si no, nada tiene sentido. Nos casamos, tenemos hijos, amigos, trabajos…, y hacemos todo eso para ser felices, sin éxito.
- Ya.
...Esas cosas buenas de la vida en las que ponemos todas nuestras esperanzas están irremediablemente unidas al sufrimiento si no somos capaces de observar la propia mente e identificar las emociones dañinas. Estamos llenos de voces aflictivas (apego, enfado, orgullo, avaricia, rabia, ego, miedo… ) y creemos que esas voces somos nosotros.
- Es difícil corregir lo que no identificas.
Por eso necesitamos que la ciencia, la sociología y la religión investiguen juntas y nos ayuden a comprender. Juntos..., estemos juntos.
- Es una propuesta interesante.
De la misma manera que hacemos yoga para tener nuestro cuerpo sano, debemos practicar para tener la mente sana.
- ¿De qué manera?
Ejercicios cotidianos de escucha a uno mismo, de conexión. Eso nos lleva a una mente positiva, que es la única capaz de bondad. Comprender que el sufrimiento surge de ti mismo es algo radicalmente transformador que cambia tu mirada hacia el mundo y, por tanto, cambia el mundo. Es poderosísimo.
- ¡Ha invertido usted 30 años!
Toda la vida, porque la desconexión de uno mismo es enfermedad, es confusión, es locura.
- Está claro.
Mi gran responsabilidad es mantener mi mente pura. Así he encontrado la felicidad dentro de mí y puedo transmitir, irradiar felicidad a los otros, contagiarlos, cuando están a mi lado.
- Dicen que entró usted en el retiro con el pelo blanco y salió con el pelo negro.
Yo le cortaba el pelo a un lama anciano que vivía cerca de mi monasterio y que siempre bromeaba: “Tienes el pelo completamente blanco, je je, pareces tú más anciano que yo, algo haces mal”.
- ¿Qué hacía mal?
Me esforzaba. Comprendí que para ser feliz tenía que soltar, estaba aferrado a mi sufrimiento. La felicidad es salud. Fue así como mi pelo se volvió negro, y entonces comprendí.
- ¿Por qué decidió abandonar el retiro?
Apenas comía. Una doctora italiana, que me visitaba desde hacía muchos años, me propuso que fuera a su país: “Así yo puedo nutrir tu cuerpo y tú ver un poco de mundo”. Me animé, conocí a más personas que me pidieron que les diera algunas enseñanzas, y no supe negarme.
- ¿Qué le ha sorprendido del mundo?
La rueda del sufrimiento humano.
- Quien sufre inflige sufrimiento. ¿Cómo cultivar la felicidad genuina sin ser monje?
Hay que estar alerta a nuestro enemigo, la mente aflictiva cuyo producto es la rabia. Y cuando te sientes ofendido por un comentario o una actitud ajena, hay que recurrir al amor, la paciencia, la tolerancia y la amabilidad.
- Pero...
...Sin cuestionarlo, se ha de convertir en un acto reflejo: acudir a la esencia.
Publicada el 18/11/2016 en La Vanguardia
martes, 14 de febrero de 2017
El amor romántico y la mente patriarcal
"Al decir que una “mente patriarcal” subyace al problema patriarcal de la sociedad, he caracterizado a ésta, hasta ahora, como una sociedad en que las relaciones de dominio-sumisión y de paternalismo-dependencia interfieren en la capacidad de establecer vínculos adultos solidarios y fraternales; o, para decirlo de otra manera, una sociedad en la que el hambre de amor materno y paterno llevan a la mayor parte de las personas a una dependencia afectiva y una obediencia compulsiva que no sólo son enajenadoras sino que constituyen distorsiones, falsificaciones y caricaturas del amor". Claudio Naranjo
lunes, 13 de febrero de 2017
Herida de abandono (II)
Esta herida surge entre el primer y tercer año de vida. Mientras que la herida del rechazo se sitúa en el “ser”, la herida que se vive en el abandono la encontramos en el plano del “tener” y el “hacer”.
Muchas personas que sufren la herida de abandono experimentaron de pequeñas una profunda falta de comunicación y se desencadenó con el progenitor del sexo opuesto. Continuará apareciendo y dificultando las relaciones con cualquier otra persona del mismo sexo que ese progenitor. Pudiste recibir mucha atención pero no la adecuada o sentirte abrumad@.
La máscara que se crea para intentar ocultar su herida es la del dependiente.
Esta máscara se caracteriza por un cuerpo que carece de tono. Cuerpo largo, delgado y encorvado. El sistema muscular no está suficientemente desarrollado y parece no poder sostener el cuerpo erguido, como si necesitara ayuda para hacerlo. El dependiente cree que no puede lograr nada por sí mismo, y por tanto, tiene necesidad de alguien más como sustento. Su cuerpo refleja esa necesidad de apoyo. Es fácil ver en esa persona al niñ@ pequeñ@ que necesita ayuda. Ojos tristes y grandes, con mirada que atrae; piernas débiles, brazos demasiado largos pegados al cuerpo. Quizá se encuentren caídas algunas partes de su cuerpo: hombros, pecho, glúteos, rodillas, vientre,… La característica más sobresaliente del dependiente es la falta de tono muscular. Cada vez con más frecuencia se recurre a la cirugía o al gimnasio para ocultar nuestro cuerpo, ocultando las heridas, una transformación aparente.
El dependiente es propenso a convertirse en víctima. Es una persona que crea todo tipo de problemas, especialmente de salud, para llamar la atención, porque cree que nunca recibe suficiente atención y apoyo. La dependencia también es una forma de obtener atención.
El dependiente es una persona que dramatiza mucho. No considera que lo que vive sean problemas, ya que estas situaciones le aportan el beneficio de tener atención, lo que le evita sentirse abandonado. Para este tipo de persona, sentirse abandonada es más doloroso que vivir los múltiples problemas que atrae su vida. Cuanto más víctima se sienta, más profunda es su herida de abandono.
A la víctima también le suele gustar desempeñar el papel de salvador, medios sutiles para recibir atención y sentirse importante. Esta actitud suele provocar malestares en la espalda, al cargar sobre sí responsabilidades que no le corresponden.
Necesita sentir el apoyo y la presencia de los otros. Cuando hace algo por los demás, es con la intención de recibir afecto y sentirse amado a cambio.
Cuando emprende una actividad agradable con alguien, el dependiente desea que dure, y cuando la actividad termina percibe el final como un abandono.
Sufre altibajos entre sentirse feliz y la tristeza y el malhumor, sin motivo aparente. En el fondo es por temor a la soledad, convencido de no poder soportarla. Dispuesto a aguantar situaciones difíciles en lugar de ponerles fin, por temor al abandono.
El dependiente ama el sufrimiento. Hay situaciones en las que el sufrimiento de abandonar es mayor que aguantar lo que se está viviendo, porque no puede admitir su herida, ya que al hacerlo correría el riesgo de revivir el sufrimiento que la propia herida representa. La dificultad para ver los problemas que vive en pareja, le lleva a aferrarse a la otra persona y hacer todo lo posible por miedo a no ser abandonada.
En la persona dependiente que actúa como víctima se observa una voz infantil y la tendencia a hacer muchas preguntas. Cuando pide ayuda, siempre con dificultad para aceptar una negativa y con tendencia a insistir, utilizando incluso la manipulación y el chantaje para obtener lo que desea.
Aunque pida consejos porque no se cree capaz, hará lo que él mismo desea, ya que no busca ayuda sino apoyo.
Suele utilizar vocabulario como “ausente, solo, no soporto, no me sueltan…”. Palabras como “dejar” para el dependiente se traducen como abandono.
El grado de ansiedad que vive al estar solo determina la magnitud del sufrimiento. Se produce una sensación de aislamiento cerrándose a ese algo o alguien que tanto desea tener a su lado y no se abre por temor a no poder enfrentarla, teme las emociones que le producirá la atención que recibirá de la otra persona. Tan pronto se intensifica una relación se las arregla para sabotearla y ponerle fin.
Cuando se siente abandonado considera que no es lo suficientemente importante para atraer la atención del otro y experimenta una gran tristeza. Tiene necesidad, a cualquier precio, de que los demás le hagan sentir importante y de que lo tengan en cuenta, ya que es algo que no puede hacer solo.
Creerse independiente es una reacción muy común del dependiente, que acentúa y oculta la herida de abandono, aunque el dependiente busca más la autonomía que la independencia.
Salir de un lugar o dejar una situación también le resulta difícil.
La tristeza es la emoción más intensa que experimenta el dependiente. Constantemente la siente en lo más profundo de su ser sin que pueda comprender o explicar de dónde proviene. Para no sentirla busca la presencia de otros, aunque también es capaz de irse al extremo opuesto, de alejarse y apartarse.
Es cálido con los demás porque cree que así los otros serán con él afectuosos, atentos, cálidos y no autoritarios.
Teme también toda forma de autoridad.
Llora fácilmente cuando habla de sus problemas acusando a los demás de haberle ignorado y abandonado.
Suele utilizar el sexo para apegarse a la otra persona, lo desea más que su pareja y se queja de no tener suficiente sexo.
Las personas en quienes predomina la herida de abandono temen a la muerte.
Tendencia a la bulimia. Puede comer mucho sin subir de peso ya que su actitud interior general radica en nunca estar satisfecho. Este es también el mensaje que su cuerpo recibe cuando come, y su cuerpo reacciona no engordando. Prefiere los alimentos blandos, le gusta mucho el pan, come lentamente para prolongar el placer y la atención.
El dependiente se distingue por haber sido un niño enfermizo, débil o endeble. Las enfermedades más frecuentes que padecen son: asma, lumbalgia, bronquitis, migrañas, agorafobia, diabetes, miopía, histeria, depresión, enfermedades raras,… un sistema digestivo frágil, la carencia en el nivel afectivo y el miedo al futuro y a enfrentarlo solo.
En espacios públicos, reuniones, talleres,.. evitan las preguntas en público pues les interesa la atención que se les pueda dar en privado. Otra manera de atraer la atención es ocupando un puesto público, a través de los cuales acceden a un amplio auditorio.
Durante la infancia, la niña se agarra a su padre, y el niño a su madre. En la pareja, el dependiente se apoya en el otro o le toma de la mano o lo toca con frecuencia. Cuando está de pie buscará apoyarse contra un muro, una puerta.. incluso sentado le resulta difícil estar erguido o se sienta de cualquier manera. Le resulta difícil mantenerse erguido y su espalda tiende a encorvarse hacia adelante.
La persona dependiente se fusiona fácilmente con los demás, sintiéndose responsable tanto de la desdicha como de la felicidad de los demás, siente la emociones de los otros y se deja invadir fácilmente por ellas.
La herida de abandono significa también que te has abandonado a ti mismo o que abandonas a los demás, las situaciones o los proyectos. Necesita la atención y presencia de otros, pero no es capaz de ver el número de ocasiones en las que él no hizo por los demás lo que le pedían.
Es habitual que la persona que sufre de abandono también suele sufrir rechazo. La mayoría de las personas tenemos varias heridas, aunque no todas expresan el mismo grado de dolor. La intensidad de la herida determina la profundidad de la máscara. La herida más evidente indica cuál es la que la persona sufre con más frecuencia.
Las características y actitudes descritas sólo se presentan cuando la persona que sufre abandono decide ponerse su máscara de dependiente, creyendo que así evitará precisamente sufrir abandono. Esta máscara puede llevarse de manera ocasional o frecuente, según la gravedad de la herida y la intensidad del dolor.
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martes, 7 de febrero de 2017
Visión global del ser humano
Varias personas me habéis comentado la dificultad de comprensión y la densidad del vídeo y texto de Gangaji "Quién eres tú...realmente", con el que abría el blog.
Os invito a ver el vídeo de Fidel Delgado, que también responde a la pregunta "Quién eres tú... realmente", con un humor exquisito y con mucha sabiduría y amor.
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